lunes, 7 de octubre de 2013

LA GALOCHERA. SUITE CATÁRTICA EN TRES MOVIMIENTOS. I



Como voy a estar desaparecida unos días del mundo virtual, os dejo una trilogía que tenía en el congelador para que os entretengáis. Que os aproveche.



Obertura: descargo.
Andantino grazioso cantabile.


A ver, todos conmigo:

“Que cuando llueveleré, calzo galochas, que dan de puntaleré, contra las rocas, contra las rocasleré, contra las peñas, que cuando llueveleré, calzo madreñaaaas



Madreña-vaca


Madreñas- Manolo´s

Bueno, esto ya es pasarse. Una historia de los tiempos legendarios, que abarca momentos en los que yo todavía no había nacido. Si es que hay veces que me supero a mí misma, que le voy a hacer. Y en trilogía. Con un par.




Lo sé. ¿Por qué una entrada sobre mi anti-abuela la Galochera, cuando muchas otras personas de este ínclito clan se lo merecen infinitamente más? Pues por algún oscuro motivo que no deseo analizar en absoluto, intuyo que es el momento. Y como ni es vicio ni cuesta dinero, pues allá vamos.
(Miembros del clan, pónganse los cinturones. Sólo Dios sabe lo que saldrá de aquí).

         Ante todo tengo que aclarar que lo de anti-abuela no es ni muchísimo menos un apelativo cariñoso, irónico o hiperbólico. Esto lo tengo tratado ampliamente con la Princesa Chicle y otros especialistas del género: la Galochera no fue una buena abuela. Ni una buena matriarca, ni, porsupestísimo, una buena suegra. Y como madre dejaba mucho que desear. Después de todo, yo tuve suerte, pues se limitó a no hacerme caso en la infancia y a tratarme igual que a todos más adelante. La pillé baja de forma, relativamente. Mi pobre madre no puede decir lo mismo.

         Y digo relativamente, a tenor del siguiente episodio. Veréis, hubo un negocio familiar. En el momento de que estamos hablando, lo regentaba mi padre. La Galochera, a la sazón, tenía más de 70 años. Hete aquí que mi padre, en un momento de iluminación mental estoyanopuésermás, decidió cambiar el mobiliario de dicho negocio, ya que no sólo era obsoleto e incómodo, sino que daba aspecto de viejuno y apolillado (vamos, lo ideal para que prospere un negocio). No en vano había durado, calculo, por lo menos 30 años (seguramente más, pero no puedo dar fe). Así que compró unos muebles nuevos: madera clarita, modernos para la época. También enormes y sólidos: unos monstruos. No, no eran desmontables. Por entonces Ikea no estaba ni en la mente de Dios siquiera.

Como en la gestión del negocio familiar regía el inmortal principio conmimismomecanismo, entre mi padre el Chacal, y mis hermanos Beorn y Shivá se cargaron a lomos lo viejo, lo metieron en un almacén ubicado varios pisos más arriba (por la escalera, se entiende), e instalaron lo nuevo, entre ayes esquenopuedomás, imprecaciones del tipo estopesaunquintalcachisentó,  nosabíaquicieranmueblesdeplomo, estascaleranosacabanunca, vetuprimeroqueamimedalarisa, y otros apóstrofes del mismo sesgo. Al día siguiente estaban maltrechos los mozalbetes, y con un lumbago del tres su señor padre.

¡Craso error! La Galochera, en un ataque de silenciosa furia inducida por el mayor despilfarro con inicua ostentación que jamás hubieren visto sus ojos, cual Tenorio-mozo-de-cuerda de su tiempo (“a los palacios subí, a las cabañas bajé…”), bajó lo viejo y subió lo nuevo con sus propias manos, aprovechando que estaban mirando para otro lado y dándosele una higa del estruendo y abollamiento infligido, repristinando las cosas a su estado original, cual si de una escena marcha atrás se tratare (¿He dicho ya que era una venerable anciana?).
Tal era el estado desmejorado en que yo la conocí.
Duró noventa y muchos años. “Yo voy con el siglo”, decía, orgullosa.

Ni que decir tiene que durante toda su vida convivimos con ella. Pobre madre mía.
Te hubiera venido bien tener un blog, mamá.
(“Pues no me hubiera faltado más que eso”)






Futuros hijos míos:

1.- Perded cuidado. Yo no tengo tanta energía.

2.- Si sabéis lo que os conviene, haréis todo lo posible para que vuestra madre le dedique un rato al blog.

3.- Aún seguimos buscando a alguien que quiera los gigantomuebles en cuestión.

4 comentarios:

  1. Jajaja. Vaya con la abuela... Qué energía!! Ya la quisiera yo para mí (la energía, que no la abuela...). Besotes!!!

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    1. Yo creo que lo de la energía iba en el mismo lote que todo lo demás. No te lo recomiendo.

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  2. Oye, pues yo tengo un trastero que amueblar. ¿Cómo me los envías? No es muy lejos...

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    1. ¿Has leído bien? GIGANTOmuebles. En los trasteros normales no cogen, pero tú mismo...

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