lunes, 31 de octubre de 2016

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE PEPE.




Plan de tranqui un domingo en casacarné. El Epigrafista está leyendo, cuando CaradeArdilla repara en su libro.

-        “¡Este libro es de Roald Dahl!
 
 
Aquí el libro en cuestión. Aquí unos amigos.

    (Síguese juerga y jolgorio que llaman la atención de CaradeFresa, quien, tras concienzuda observación, replica:)

-        ¡No!, ¡Es de Jose Peper!” (Entonado Jóse Pepér)

 (Síguese más jolgorio acompañado de pertinente fotografiamiento y anotación.)



Hijas mías: ya tenéis la respuesta a porqué a veces me pongo a anotar y hacer fotos aparentemente inexplicables.


P.S. ¿A que mola mi hule nuevo?



 

jueves, 13 de octubre de 2016

DESCONFÍA



Desconfía de la gente demasiado cuadriculada, demasiado sonriente, demasiado buenos días. Ese buenos días que no falla nunca, nunca, ni siquiera el peor día de su vida.

De los que llevan calcetines a rombos.

De los que les incomoda si no eres feliz todo el rato. 

De los que les incomoda si no pareces feliz todo el rato.

De los que no les gusta inventarse palabras.

De los que llevan las llaves del coche en la mano. Y juguetean con ellas.

De los que engañan al amor de su vida. En lo que sea.

De los que engañan al amor de su vida. En lo que sea. (Creo que no basta con decirlo sólo una vez).

De los que han cambiado tanto que no queda ni un mínimo rastro de lo que fueron.

De los que se mueren de risa viendo los porrazos que se dan otros. Y siguen. Y siguen. Y siguen.

De los que no saben encender un fuego.

De los moños demasiado tirantes.

De los que, por defecto, desconfían.



Cuando pones desconfianza en google, la primera imagen que debería salir es esta.

Que se lo ha hecho ella misma. Y tan pichi que va. Dime tú si no es para desconfiar.
Las ojeras son ojeras, leñe.
 
Tanta tontá junta tiene que ser perjudicial para la salud. Para la mental, seguro.

Si, me siento exageradamente guapa, claro, faltaría más. Es un convencimiento tan fuerte que tengo este neceser atiborrado de cambiacaras, para intentar que los "ya" parezcan "todavías". Me rechinan las neuronas de sólo verlo.

Pon esto tu mesa de trabajo y te miraré torvamente de por vida.






Hijas mías: en estos momentos de mi vida creo firmemente en todos y cada uno de los motivos de desconfianza arriba enumerados. Pero también en que es preferible que te engañen a cometer una gran injusticia.



 

lunes, 10 de octubre de 2016

CRÍA CUERVOS



Como si hubiera sido ayer.

Me pongo la blusa nueva, esa que tapa lo que tiene que tapar, además con gracia, y no se me hace lorza, ni parece un trapo extendido para tapar un montón de patatas, ni parece que me lleva ella a mí. Me pongo el pantalón que recién me arregló mi madre (gracias, Maestra), con tan buena suerte que no lo reviento, y le desdoblo el bajo, que así con las cuñas que compré en las rebajas de verano me hace más alta. Me cuelgo un par de archiperres del cuello. Monos. Me pegan bien y las niñas se quedan picuetas mirando los pingajos pendulares. Me agarro la pelambre con unas pinzas nuevas que compré el día antes en ese mercadillo que quiere ser medieval pero se queda en pintoresco. Bonitas. Color oro viejo. Buena compra. Ya no hace tanto calor. Busco en el perchero de la entrada, que parece un stand de descatalogados, y encuentro una pseudo pelliza que compré al final-final de las rebajas del invierno anterior. Dos veces me la he debido de poner. Normal que ni me acordara de ella. Así, sin cerrar, pero con el cordón atado y los faldones asomando por debajo con decisión.

Así que me miro al espejo y por primera vez en casi tres años, repito, por primera vez en casi tres años, y no es broma, casi casi me parezco a un ser humano con su dignidad intacta, y hasta me parece buena idea echar a andar por la calle bajo el sol, y entrar y salir, y ponerme mis nuevas gafas cuando hay necesidad. Que sí. Que otra vez me hacen falta gafas. Qué se le va a hacer. Y lo monas que son. Anda que no ha cambiado el cuento. Con los horrores que llevaba yo en los tiempos históricos.

Caradefresa me mira a cierta distancia, hasta que decide que su deber como mosca congojera amante hija es intervenir. Se me arrima, y me hace agacharme hasta poner mi oreja a la altura de su boca.

- Mamá, no es por ofender, (pausa dramática) pero estás ridícula.
-   Yo también te quiero, hija mía.

Talmente su prima Candace reencarnada.

Y que luego digan que la preadolescencia es un invento de madres histéricas.



Hijas mías, algún día tenemos que hablar de lo que es ir ridículo/a

Bien está querer tener espacio personal en el autobús, pero esto es ridículo.

Bien está ser previsora y tener pantalones crecederos, pero esto es ridículo.

Bien está querer ir fabulosa, pero esto es ridículo.


No sabemos de qué nos hablas

No entiendo porqué me dices esas cosas, mamá.


Caradefresa, hija mía. Espero que también te copies todo lo que de bueno que tiene tu prima. Que es mucho.

Caradeadilla, hija mía. Lo mismo te digo, pero de tu otra prima.

Parejas de clones, eso es lo que son.