viernes, 25 de octubre de 2013

DIA D




PrincesaCaballoBebe se quedó completamente muda, lo que da muestra de la impresión sufrida. (Tengamos en cuenta que suele hablar a toda hora y no calla ni nadando). Se fue a su cuarto y a la media hora apareció con la agenda del colegio.

- “Mamá, ¿tu sabes cuándo es el día de la adoptación?”
- (¿¿!!) “¿Para qué lo quieres saber?”
- “Para apuntarlo en mi agenda.”
- “Pues creo que es el día 25. Anda, búscalo.”
- “Aquí esta, 25. A-DOP-TA-CION.”
(Cerrando la agenda). “No quiero que se me olvide el día de la adoptación.”



         Hijas mías: ya está bien de acoplamiento, que me está entrando complejo de Mazinger Z.


¡Acoplamientooooo!

jueves, 24 de octubre de 2013

CONMINA O REVIENTA




         Desde que se manifestó el feliz advenimiento de FuturasHijasMías, todo han sido facilidades.

         Alguno de los contratadores del pluriempleado Epigrafista (y no miro a nadieee), haciendo gala de la comprensión, el compañerismo y la pía humanidad que se le presuponen, se aprestó a negarle sus derechos laborales, primero, y a aceptar a regañadientes “te voy a hacer el favor”, después. Eso sí, de derechos convenio-paternales, ni hablar del peluquín, oiga, hasta dónde vamos a llegar. Tendría usted que embriscarme a Cerbero con un manojo de informes en cada boca conminándome a darle lo que es suyo, mire usted, yo por las buenas ni hablar. Es que no puedo hacer nada, sólo soy la que más manda de aquí. Que Dios le ayude, compañero (porque lo que es yo…)

Sus vais a enterar

         De los dos jefes de la Madreconcarné (si, dos, habéis leído bien, se ve que para sujetarme no basta con uno solo) (mira que si hago yo todo el trabajo y ellos se dedican mayormente a cobrar un pastizal), uno manifestó la más absoluta indiferencia (encubridora de fastidio, sospecho) y el otro disimuló (antecedentes hubo  “tengoparamíquehijosdesosnosondeverdá”) bajo el epígrafe  “peroqueparezcaquevoydecolegaylegalporlavida” con una estudiada cara palo. (Advertido por la Madreconcarné, perseveró en su yerro: defendella y no enmendalla, sí señor, así vamos a llegar lejos. De momento, has afianzado el rencor maternal dotándolo de hondas y sólidas raíces. Si supieras lo que te conviene, ofrecerías un sacrificio de mil pollos en desagravio a la Magna Mater y luego huirías despavorido al confín de la tierra). 

Eso sí, ambos manifestaron serias dudas de que me correspondiera lo que, efectivamente, mandan las leyes y quedó articulado pormenorizadamente en todo tipo de boletines oficiales desde la noche de los tiempos (qué cosas tengo, de verdad), por lo que me conminaron a elevar yo misma consultas a la más alta instancia (que no, que no hago yo su trabajo, para nada).
  
Escila


Hidra
 


 Escil-Hidra o Madreconcarné en modo conminativo.
 
         Ha habido diversas respuestas cosmológicas a tanto dislate junto: nos salió un ratón en la oficina, que campa a sus anchas entre cables y cartapacios, y recientemente se verificó una ampliación del epigráfico contrato por parte de su otro (y mucho más razonable) empleador. “¿Pero tú le has explicado tu situación?” Dijo la primera. Pues ya ve usted, también hay gente normal que no tiene problema con respetar los derechos laborales vinculados a la paternidad. Unos perturbados, lo sé.
 (¿En detrimento tuyo? ¡Qué casualidad! Yo es que no puedo hacer nada, tengo las manos atadas, ya ves, tendría usted que embriscarme a Cerbero etc…  Ha, ha, ha, mía es la venganza, estooo, joróbate Flanders)



Futuras hijas mías:

1.- No hace falta que traigáis un pan bajo el brazo. Para hacer panes ya estoy yo. Vosotras nos habéis traído una ampliación de contrato, que con los tiempos que corren, es mucho mejor. Si es que ya venís acertando desde el principio. Así me gusta.

2.- Esto lo escribe vuestra madre por quejarse y hacer la gracia. Ni que decir tiene que los miembros del clan dieron saltos de alegría y se aprestaron a cumplir con los deberes que les puse. Ya sabéis: el ajuar de Ordoño y Ramiro, la cortina de vuestro cuarto, los dibujos animados, el armario lleno…

miércoles, 16 de octubre de 2013

CITAS CÉLEBRES VI



“¡Que haya paz o te doy un guantazo!” (Baya de oro a su prole)
“Obama no lo hubiera dicho mejor” (Tom  Bombadil).
Hubo quien sí lo dijo mejor, o al menos, con más gracia: "Que la calma no se pierda, que si seguís discutiendo os vais a ir... ¡Haya paz!"


“Yo no te acuso. Simplemente me parece sospechoso.” (Baya de Oro).
Ilimitada es la confianza de una madre.


“Es el kiwi contra el poder del terror. Y ganó el kiwi.” (Güeroman)
Señores guionistas: échense a temblar. Ha nacido un crack que pronto los dejará a todos sin trabajo.




“¿Para qué apuntas eso? ¿Para un blog?” (Hanuman)
¡Ups! No ha colado.




Futuras hijas mías: ¡que no! ¡Que lo apunto porque me ha gustado! ¡Si no es para nada! 




martes, 15 de octubre de 2013

ENAJENACIÓN MENTAL (¿TRANSITORIA?)






- ¿Está riendo o está llorando?
- Estoy tosiendo.
(Les Luthiers dixerunt)
  

En estos días, el ofuscamiento neuronal y la enajenación mental campan por sus fueros.

El Epigrafista confundió su spray capilar con el flus flus de pinrel y mejor no os cuento cómo acabó la cosa. Baste decir que cuando se dio cuenta casi había terminado las 100 cepilladas preceptivas (en qué estarías tú pensando).

La Madreconcarné está encantada de los nervios, lo que sólo se puede traducir en olvido del móvil, taquicardia permanente y necesidad de respirar profundamente antes de iniciar cualquier tarea que necesite de una mínima concentración (léase teclear, sin ir más lejos).




Futuras hijas mías:

1.- No sabéis lo que habéis desencadenado.

2.- Por otra parte, estáis sacando lo mejor de nosotros mismos. Sin ir más lejos, el Epigrafista llegó al punto de ofrecer generosamente el Eximio e Inaccesible Baluarte del Estudio, la Foránea Disertación y la Instrucción en General Solamente Accesible tras Superar las Mil Pruebas de la Sabiduría de Todos los Tiempos como habitación más adecuada para vosotras. No le tembló ni la voz. Vosotras no os hacéis una idea de lo que es eso. Como cederos un riñón a cada una. O más. (Si en casa veis unas esfinges flanqueando la puerta de una habitación, vosotras ni caso). 

3.- Lo bien que os lo vais a pasar haciéndole trenzas a vuestro padre.

miércoles, 9 de octubre de 2013

LA GALOCHERA. SUITE CATÁRTICA EN TRES MOVIMIENTOS. III



Último movimiento: redención galochera
A bene placito, da capo



         (Hemos aterrizado. Les deseamos que hayan tenido buen viaje y feliz estancia en su destino.)




Pavennos matao

Pero mujer… ¡Algo bueno tendría!
        
A ver, que levante la mano el que tenga algún recuerdo bueno de la Galochera. Pero tiene que ser entre claramente bueno y netamente positivo.
¿Nadie?

Me ha costado un poco, pero algo, algo he encontrado.

         Yo no traté a mi abuela. Ni como abuela, ni como ser humano normalmente constituido, ni como nada. Bueno, quizás como ese familiar lejano (que curiosamente vive en tu propia casa) con el que tienes poco o ningún trato y te lo encuentras a veces en las escaleras, sin que haya cruce de palabras. La sordera no ayudó. Su carácter tampoco. No se me insufló resentimiento alguno contra ella, ya que todas las historias que he relatado y no presencié, las supe hace muy poco. Era una persona difícil, por no decir imposible.
(¡Pues menos mal que ibas a decir lo bueno!)
(Que sí, que ya voy.)

         Tenía una salud de hierro. Y era alta. Y andaba más derecha que una vela. (Ya podía haber heredado eso, ya.)
Verla caminar en madreñas por ciudad, era una estampa digna de ver. Pena de foto.
Durante algunos años nos dio un abultado aguinaldo. Aunque mi padre tuvo algo que ver, hay que reconocer que tan munífica pauta nos descolocó.
Hacía una talla en madera muy bien hecha y muy rápido, con una economía de medios admirable. Era siempre la mismísima talla, eso sí. Pero era muy difícil. Lo sé porque lo intenté.
Aunque confundía frugalidad con cicatería, nos demostró a todos que se puede vivir con bien poco.
El último año (tras sufrir una desgracia), demostró tener algún sentimiento.
         Y… (esto os aseguro que causa el más absoluto pasmo cuando lo cuento a quienes la conocieron) hubo un par de veces que jugó con mi hermana y conmigo al escondite en su cocina. ¿Sólo dos? Pues sí, creo que sólo dos. Vamos, si fueron más, fueron tres. Pero casi basta para que se redima a mis ojos. Porque, en lo que a mí respecta, lo único importante es que no fue mi abuela. Todo lo demás, francamente, me da igual.



Futuros hijos míos:

1.- Rememorar el pasado puede tener su gracia, pero no sirve de nada vivir en el pasado. Clic en cerrar archivo y a otra cosa mariposa.

2.- Pues va a ser verdad que al último examen sólo llevamos una asignatura.

Imagen tomada de peoresnada

martes, 8 de octubre de 2013

LA GALOCHERA. SUITE CATÁRTICA EN TRES MOVIMIENTOS. II




Movimiento principal: la Galochera en sus tiempos mozos.
Sottovoce tremolo. Allegro piuttosto poco.



 (Miembros del clan: mantengan sus cinturones abrochados y los respaldos en posición vertical, que aquí vienen curvas y rechinar de dientes.)

         ¿Acaso la vejez y sus viruelas afectaron un buen juicio y un mejor hacer preexistentes? Pues me temo que no.




¡¡¡¡Mandeeeee!!!



Te presto la mía
 
         Es cierto que la Galochera sufrió de sordera en grado medio, amén de cierta falta de riego propia de la senectud, que la hizo desarrollar, literalmente, “manía persecutoria” (así la llamó el médico, al menos). Lo que se tradujo en que cualquier persona no perteneciente a la familia que viera, aunque fuera ocasionalmente, en casa, se le ponía entre ceja y ceja y, tras verter terribles acusaciones contra ella (cual haber robado 50 pesetas que tenía en la mesilla de su cuarto, verídico), era perseguida sin piedad, pudiendo llegar al zarandeamiento por las solapas (también verídico). Esto llegó a ser un problema, por cuanto alcanzamos un punto en que hubo que prescindir de cualquier ayuda doméstica, primero (con gran júbilo de mi madre, ya os podéis imaginar, que a la sazón se ocupaba de 5 hijos, un marido, un trabajo propio a jornada completa de mañana y tarde a varios kilómetros de distancia, y ayudar en el negocio familiar), y finalmente de cualquier contratado en dicho negocio. Todo facilidades.

         En lo que a mí afectaba, yo sabía, sin que nadie me lo dijera, que no podía llevar a nadie a casa, ni amigos, ni familiares a partir del segundo grado. Lo cual, como fue lo único que conocí, me parecía perfectamente normal, y siendo realistas, no me afectó mucho, (dijo la autista/antisocial). Y, como buena astilla del madresco clan, está en mi naturaleza vocear a toda hora, cual si me hallara en el fondo del pozo, vaya a cuento o no. Así que no, no te la tengo guardada por ambos tus achaques, abuela. No sólo porque son achaques, y por tanto en su mayoría te exculpan, sino porque entra en esa categoría de cosas que, no es por no ir, pero si hay que ir, se va.

         No pueden decir lo mismo sus vástagos, así como su respectivo, ya que muy muy lejos andaban los males circulatorios cuando sucedieron otros sucesos recogidos por las crónicas de la época. Por ejemplo: encerró a su propia hija en una habitación de casa durante semanas. Dícese que incluso durante meses, y que la interfecta tenía más de treinta años (una pollita, vamos). Cuando digo encerrada, es encerrada. Un secuestro puro y duro. En un alarde de magnanimidad le dejó un infiernillo en el cuarto para poder calentarse la comida. Los anales no recogen otros elementos habitacionales, pero podemos esperar de la lógica común y los usos del momento que también tuviera una bacinilla. ¿El crimen? Pues que se había echado novio. ¿Quién tal? ¿Un bandarra? ¿Un desahogado? ¿Un despreciable malandrín trepacancelas frecuentador de truhanes y ejemplo de picaresca? Pues más bien no: un tipo corriente y moliente. De lo más corriente y lo más moliente que puede haber. Casi demasiado, diría yo. Y se quería casar con él. Con el concurso de adultez, consentimiento mutuo y total plenitud de facultades. Una osadía, vamos.

         (Me pregunto cómo ella, que por supuesto estaba casada y había tenido cuatro hijos, pensaba que había llegado a suceder tal cosa.)

         Para los que gusten de finales felices, sepan que la cautiva y su pretendiente se casaron y, que yo sepa, no hizo falta sacar las trenzas por el torreón. Y que no hicieron ascos a las perdices ni a ninguna otra vianda que se les pusiera por delante. Y el interfecto demostró ser un tipo común y corriente toda su vida. O más.
         (Visto que os gustan las historias de pretendientes puestos en dificultad, a ver qué os parece esta.)


         Quizás mi hermano Beorn sí tiene algo más de lo que quejarse. Esto es. Cuando Beorn era un tierno infante (cielos,  Beorn un bebé, casi parece imposible), estuvo a punto de morir por cierta insuficiencia respiratoria “inexplicable” que vino descrita como asma. Qué casualidad: el asma empezó cuando lo dejaron al cuidado de la Galochera.

Mi madre, la pobre, no tenía otro remedio que dejarlo, ya que iban pilladísimos de dinero y tenía que trabajar. Me consta que es una época que recuerda con horror. No sólo porque su bebé estaba muy enfermo (pero mucho) y que ella tenía que irse, sino porque además recientemente había sufrido cierto desahucio, estaba embarazada, y su marido faltaba intermitentemente de casa por dedicarse, cuando la temporada lo exigía, a la profesión de viajante (cuánto tiempo hace que no oigo a nadie denominarse así).

(Ánimo mamá, que ya sólo te queda lo de parir en casa por no poder pagar un hospital, que casi te desangras en el parto, el bautizo subsiguiente, el día de “entonces qué has hecho en toda la mañana”, otros tres bebés criados con pañales de gasas, de los de lavar las cacas a mano, y a partir de ahí, ya sólo puede mejorar. Está chupao.)

Así que nos habíamos quedado con un Beorn bebé al cuidado de la Galochera (insisto: me suena raro. Raro lo de Beorn bebé, pero más raro aún la Galochera al cuidado de un bebé). Al cuidado es un decir. Ella ponía la cuna con el niño dormido en el taller, y le hacía poco o (exactamente, lo han adivinado) ningún caso (mayormente), mientras se dedicaba a lo suyo: la talla de madera y el barnizado modo industrial, pero a mano.

Yo comprendo que los estándares de seguridad de la época distaban mucho de los actuales, pero digo yo que si cuando el chiquillo se ahogaba después de haber inhalado a tutiplén los efluvios tóxicos, no fue capaz de atar cabos y apartar la cuna del tarro de barniz. Intoxicado perdido estaba, hasta el último resquicio alveolar, pobre criatura.

Bueno, seguro que no se lo tiene en cuenta. Vuestro tío Beorn será como sea, Futuroshijosmíos, (corramos un estupido velo) pero estoy segura de que no se la tiene guardada a su anti-abuela por algo que ni siquiera recuerda. (Estoy teniendo visiones de un bebé con la cabeza de Beorn adulto, oculto tras un tupido velo. Vamos a cambiar de tema.)


Otra. Aquí, la que suscribe, podía haberse llamado Eva, de no ser por la (abrupta) intervención anti-abuelera. Hete aquí que cuando yo nací, en medio de la algarabía, los agasajos y el jolgorio general (es comprensible, al fin y al cabo había nacido la menda…), mi señora madre, haciendo uso de las facultades que le habían sido conferidas legalmente, decidió que me llamaría Eva, por ser un nombre bonito, corto y sencillo (siempre fue política familiar evitar los nombres largos. Los compuestos, por supuesto, no se podían ni considerar.)

Enterada que estuvo la Galochera, furibunda y con los ojos inyectados en sangre, se fue despavorida para donde estaba mi madre (recién parida, se entiende: una situación ideal), y la tildó de depravada, corrompida y desahogada. ¡Habrase visto, ponerle a la niña el nombre de la mujer que llevó a la humanidad a la perdición! ¡Si es que no tenéis conciencia, ni vergüenza, ni ná! ¡Una perdida, eso es lo que va a ser! … En fin, mi madre se llevó un buen sofocón, pero a mí la verdad es que me da igual. Eva molaba, pero mi nombre mola más. Y, ahora que lo pienso, si me hubiera llamado Eva, ya no sería tan rectita la fila en el libro de familia.


Yo no digo que mi abuela fuera tacaña. Era una cosa curiosa. Ella era muy muy roñosa casi todo el tiempo, tipo agarrada-cicatera-pa`lasaca. Cualquier desembolso de lo más imprescindible que hiciera la familia (como renovar los muebles de pseudocartón del dormitorio) se le hacía despilfarro disipador propio de manirrotos sin tasa, y organizaba el correspondiente sarao de arrebato y afeamiento de conducta (en sus buenos tiempos llegó a prohibir, pero eso yo ya no lo vi). Tampoco veía con buenos ojos esa extravagancia, ese capricho antojadizo que teníamos de dar bolsas a los clientes, vamos hombre, dónde se habrá visto. Mas tampoco gastaba en sí misma: cuando la ropa lucía jirones e iba pisando el asfalto con el calcetín de desgastadas que llevaba las suelas, era imposible llevarla a comprar algo. Había que comprárselo a escondidas, darle el cambiazo y quemar las pruebas. Claro, el tema de la comida, mejor lo dejamos. Sin embargo hubo varios años que nos dio aguinaldo. Y no poco. Lo dicho: tacañez paradójica.

         Y como guinda de este, vamos a llamarlo, contradictorio pastel, vamos a desvelar cómo es que apareció la Galochera por la aldea gala (esto sí que son tiempos legendarios y lo demás tonterías). Cuentan las ya mencionadas crónicas que, allá en su pueblo originario, cuando la protoGalochera contaba con 18 años de edad, alguien, algún imprudente ejemplar de ser humano, le dijo un nosequé vetetúasaber que la ofendió mucho. Cogió carretera y se fue. A pie. Atravesando el puerto de montaña. Unos 80 kilómetros (acabo de comprobarlo con el Google maps, así que no exagero ni miajita). 
         Y NUNCA VOLVIÓ. Ni visitas, ni familiares, ni funerales, ni leches.



P.S. Releyendo las últimas entradas observo que destilan cierta malpalabrería impropia del público menor que acabará leyéndolo, y que el buen rollo no acaba de impregnarse del todo. Así era la abuela. Sacando lo mejor de uno mismo.
          No se repetirá.

P.S.S. Ahora a ver quién es el guapo que se atreve a quejarse de su suegra.



Futuros hijos míos:

1.- Yo sé que vosotros ya estáis de vuelta de estas cosas: no porque alguien sea de tu carne y de tu sangre, se puede contar con que va a cumplir con los estándares que le corresponden por naturaleza o por la sociedad en general. Que sepáis que os comprendo. A otra escala, pero os comprendo.

2.- Hay que hacer todo lo posible para entender a los demás, colaborar, esperar lo mejor de las personas etc. Pero no negar la evidencia. No ayuda a los demás y, desde luego, no te ayuda a ti.

3.- Aquí puede verificarse ese principio, aparentemente tan chocante, que de “lo malo” puede salir cualquier cosa. Véase lo que era el abuelo Chacal: toda la humanidad de una familia concentrada en una sola persona. Hay cosas en la naturaleza que maravillan al más pintado.


lunes, 7 de octubre de 2013

LA GALOCHERA. SUITE CATÁRTICA EN TRES MOVIMIENTOS. I



Como voy a estar desaparecida unos días del mundo virtual, os dejo una trilogía que tenía en el congelador para que os entretengáis. Que os aproveche.



Obertura: descargo.
Andantino grazioso cantabile.


A ver, todos conmigo:

“Que cuando llueveleré, calzo galochas, que dan de puntaleré, contra las rocas, contra las rocasleré, contra las peñas, que cuando llueveleré, calzo madreñaaaas



Madreña-vaca


Madreñas- Manolo´s

Bueno, esto ya es pasarse. Una historia de los tiempos legendarios, que abarca momentos en los que yo todavía no había nacido. Si es que hay veces que me supero a mí misma, que le voy a hacer. Y en trilogía. Con un par.




Lo sé. ¿Por qué una entrada sobre mi anti-abuela la Galochera, cuando muchas otras personas de este ínclito clan se lo merecen infinitamente más? Pues por algún oscuro motivo que no deseo analizar en absoluto, intuyo que es el momento. Y como ni es vicio ni cuesta dinero, pues allá vamos.
(Miembros del clan, pónganse los cinturones. Sólo Dios sabe lo que saldrá de aquí).

         Ante todo tengo que aclarar que lo de anti-abuela no es ni muchísimo menos un apelativo cariñoso, irónico o hiperbólico. Esto lo tengo tratado ampliamente con la Princesa Chicle y otros especialistas del género: la Galochera no fue una buena abuela. Ni una buena matriarca, ni, porsupestísimo, una buena suegra. Y como madre dejaba mucho que desear. Después de todo, yo tuve suerte, pues se limitó a no hacerme caso en la infancia y a tratarme igual que a todos más adelante. La pillé baja de forma, relativamente. Mi pobre madre no puede decir lo mismo.

         Y digo relativamente, a tenor del siguiente episodio. Veréis, hubo un negocio familiar. En el momento de que estamos hablando, lo regentaba mi padre. La Galochera, a la sazón, tenía más de 70 años. Hete aquí que mi padre, en un momento de iluminación mental estoyanopuésermás, decidió cambiar el mobiliario de dicho negocio, ya que no sólo era obsoleto e incómodo, sino que daba aspecto de viejuno y apolillado (vamos, lo ideal para que prospere un negocio). No en vano había durado, calculo, por lo menos 30 años (seguramente más, pero no puedo dar fe). Así que compró unos muebles nuevos: madera clarita, modernos para la época. También enormes y sólidos: unos monstruos. No, no eran desmontables. Por entonces Ikea no estaba ni en la mente de Dios siquiera.

Como en la gestión del negocio familiar regía el inmortal principio conmimismomecanismo, entre mi padre el Chacal, y mis hermanos Beorn y Shivá se cargaron a lomos lo viejo, lo metieron en un almacén ubicado varios pisos más arriba (por la escalera, se entiende), e instalaron lo nuevo, entre ayes esquenopuedomás, imprecaciones del tipo estopesaunquintalcachisentó,  nosabíaquicieranmueblesdeplomo, estascaleranosacabanunca, vetuprimeroqueamimedalarisa, y otros apóstrofes del mismo sesgo. Al día siguiente estaban maltrechos los mozalbetes, y con un lumbago del tres su señor padre.

¡Craso error! La Galochera, en un ataque de silenciosa furia inducida por el mayor despilfarro con inicua ostentación que jamás hubieren visto sus ojos, cual Tenorio-mozo-de-cuerda de su tiempo (“a los palacios subí, a las cabañas bajé…”), bajó lo viejo y subió lo nuevo con sus propias manos, aprovechando que estaban mirando para otro lado y dándosele una higa del estruendo y abollamiento infligido, repristinando las cosas a su estado original, cual si de una escena marcha atrás se tratare (¿He dicho ya que era una venerable anciana?).
Tal era el estado desmejorado en que yo la conocí.
Duró noventa y muchos años. “Yo voy con el siglo”, decía, orgullosa.

Ni que decir tiene que durante toda su vida convivimos con ella. Pobre madre mía.
Te hubiera venido bien tener un blog, mamá.
(“Pues no me hubiera faltado más que eso”)






Futuros hijos míos:

1.- Perded cuidado. Yo no tengo tanta energía.

2.- Si sabéis lo que os conviene, haréis todo lo posible para que vuestra madre le dedique un rato al blog.

3.- Aún seguimos buscando a alguien que quiera los gigantomuebles en cuestión.

martes, 1 de octubre de 2013

¿HAY ALGUIEN AHÍIIIIII?




Paice que rebulle algo por allí





Interrumpimos la emisión para informar de que se ha producido un avistamiento.


Seguiremos informando.


Futuros hijos míos: ¡Ande sus habéis metíoooooo! ¡Que ya vamooooos!