miércoles, 31 de julio de 2013

CUANDO UNA DESCONOCIDA ACAPARA LATAS DE SARDINAS, ESO ES IMPULSO.



A media mañana me entró un impulso tan irrefrenable de comerme una buena lata de sardinas en aceite, que ríete tú del anuncio del susodicho impulso. (Nota mental percibiendo el olor de sardinas pringosas irremediablemente adherido a mi piel para todo el día: perdida estoy, jamás un desconocido me regalará flores en plena calle, snif). Asín que, ni corta ni perezosa (bueno, un poco corta sí que soy, y vagueras un rato largo, así que no he dicho nada), me dirigí en el ipso flauto al supermercado más cercano.

Una vez allí, como no, no me conformé con comprar una lata de sardinas. No así. Nunca tal. (¿He mencionado ya la tendencia acaparadora y que tengo activado el gen “compro y cocino como para dar de comer a varios cienes de regimientos recién llegados de una travesía por el desierto de Atacama”?). He comprado exactamente cinco latas de sardinas en aceite, seis de atún en aceite de oliva y dos de mejillones en escabeche. Todas de tamaño maxi. No compré más porque me pesaba mucho, y confieso que llevo ya un rato pensando en volver y arrasar con las existencias. Atención, pregunta: ¿De qué era la oferta del día?

Qué mal lo hubiera pasado yo

Lo que me ha impulsado a poner dicho despropósito en el blog sin perder un instante (una vez satisfecho mi antojo sardinil, claro está, mira que si Futuros Hijos Míos me salen con lunares pistiliformes…), ha sido la escena de la caja.

 Con todo pagado y recogiendo mis bártulos (y ya de paso mis túrdulos, ilirios, indigetes e ilergetes), escucho a la señora que venía detrás, que le dice a la cajera:
- “Aquí tienes la bolsa, guapa, me la vas llenando, que seguro que tú estás acostumbrada y lo haces mejor que yo. Seguro que no te importa.” (vos prometo por san Google que fue talmente asina, y si no es tal, que se me caiga el servidor).

A lo que la cajera responde, sin torcer el gesto y con la naturalidad más increíble del mundo:
- “Claro que no, señora, a mí me la re, me da igual.”

Me paré a examinarla. Si no fuera imposible, juraría que era ella.



Futuros hijos míos:

1.- Cuando vuestra madre tiene hambre, dadle de comer enseguida. Es lo contrario que en la película Gremlins. Si no la dais de comer, se convertirá en esto:

¿Pero no me veis lo flaquito que estoy?
(¿He hablado ya del respeto que me infunde el hambre patrocinada?)


2.- Ir por la vida echándole morro está muy bien siempre que el susodicho morro no sea utilizado para ir atropellando a los demás. Resumiendo: avispado, si. Trepa/avasallador, no.


2 comentarios:

  1. Aquí he venido a reclamar mi lata!!! Jajaja. Nunca me ha dado un impulso irrefrenable de sardinas pero sí he llegado a salir a las dos de la mañana a por helado (cuando era joven e inconsciente y no temía a los peligros que acechan en las calles por la noche).

    La señora con la bolsa me ha matado. Sobre todo por esa técnica de peloteo que utiliza para conseguir sus perversos planes. Un besote!!!

    ResponderEliminar
  2. Lo del helado no está mal, no.
    La juventud y su inconsciencia se merece una entrada por sí solo, pero mucho me temo que me saldrá mucho mejor cuando lleguen FuturosHijosMíos y me convierta en neurótica total.

    ResponderEliminar