lunes, 10 de febrero de 2014

AUFH


Bien pensado, más que ama de casa, soy un BOFH de andar por casa. Administro los domésticos sistemas sin muchos miramientos, optimizo los recursos caseros sin mirar atrás, y proveo lo proveíble para que el tenderete siga funcionando a prueba de lusers. Y lo consigo. No sé si por eficacia, por eficiencia, por paranoia, o por misericordia divina, pero de momento no se me ha caído la intranet ni los palos del sombrajo. Y si soy capaz de hacer lo mismo con la obra del piso, me nombraré a mí misma BOFH/capataza de honor y me comeré un chupachups kojak de fresa. Pedazo celebración.

 (Nota del Autor: distíngase eficacia de eficiencia. Esto es. Eficacia: conseguir los fines propuestos utilizando los medios a disposición. Eficiencia: lo mismo, pero usando los menos medios posibles. Así que se puede ser supereficaz despilfarrando un montón. No así eficiente.)

(Pues sí. Más que culta soy pedante. Sobrecargas de mente relacional. Como ya dije en el pasado, es cansado tener siempre razón. Nunca está de más recordarlo. ¿Qué birria de BOFH sería si no?)

Volvamos a la gestión doméstica. El caso es que existe cierta pieza de ropa, a la sazón ornada con la sonriente cabecita de un mediático perrito dálmata, que es ambicionada sin tasa y por partes iguales por Princesa CaradeFresa y Princesa CaradeArdilla. Y mira que tienen GeloKitis, Minnies, princesas Disney y personajes anónimos como para parar un tren. Habrá casi treinta. Pero no. Tiene que ser esa, la del perro, mi tesssssooooro. En fin. No seré yo la que minusvalore la importancia de llevar el culo rodeado de personajes divertidos, como ya hizo notar el gran Bill Watterson en boca de Calvin.


(Aprovecho la ocasión para dar las gracias públicamente a los proveedores oficiales de ropajes varios, que tan generosamente me han llenado el armario vaciando los suyos propios. Muchas gracias. Nos vemos con el cambio de estación.)

Como personitas “autosuficientes” que son, ellas mismas cogen su ropa todos los días antes de meterse en la ducha. No sin cierta conflictividad: ahí fue el desencadenarse de carreras y prisas. Acá engaño y disimulo por doquier. Acullá enmascaradas pugnas por alcanzar tan deseada esencia.

Al principio las dejaba hacer. Tengo que decir que la Princesa CaradeArdilla se lo llevaba de calle. Lo que sabe de supervivencia esta criatura. Su hermana no se cuscaba hasta que la prenda estaba ya vestida y el proceso era irreversible. Pero no le anduvo mucho a la zaga, y en poco tiempo desarrolló sus propias estrategias, de modo que se alzaban con el codiciado tesoro ya la una, ya la otra. La conflictividad aumentó exponencialmente, y, en proporción inversa, la paz y el aura zen de nuestros anocheceres, transformando idílicas sesiones de doméstico SPA en tormentosas naumaquias.

Después de un episodio especialmente virulento, la BOFH secuestró en secreto el objeto de deseo, estableciendo que había que coger las susodichas prendas por el orden en que estaban en el cajón: la que toque. La salomónica decisión fue acatada.

Pasaron dos o tres días con la prenda en mi bolsillo mientras valoraba si valía la pena el proceloso viaje a Mordor para arrojarla a la lava del monte del Destino (ya se sabe que los anillos de poder sólo pueden destruirse en el mismo fuego donde fueron forjados). En estas, CaradeArdilla acude a su cita diaria para realizar sus abluciones vespertinas.

CaradeArdilla. Nunca hubo mirada más penetrante subrayada por sonrisa más confiada. No se le escapa una, a la tía. Tiene un oído de cierva y una vista privilegiada. Una radiografía te hace de un solo vistazo. Sin inmutarse. Esa es mi niña.
 Andaba la muchacha desazonada, y, al tercer día no pudo más.
- "Mamá, no está la de 101 dálmatas, en el cajón”.
- ¿Y tú cómo lo sabes, si sólo tienes que coger la primera que está en la fila? ¿Es que has estado mirando todas?

Esto me puso alerta. Lo que yo pensaba. Un objeto con tanto poder no puede ser abandonado inocentemente a su suerte en un cajón, confiando en la benevolencia del destino. Un objeto así es para usarlo y sacarle provecho. Con cautela, eso sí. Y ahora está en mis manos, ha, ha, ha.
Lo introduje, bien dobladito y a presión, en el medio de la fila. Admiré mi obra maestra: no se apreciaba nada de nada. El crimen perfecto.

Dos días después me llama CaradeFresa desde la habitación. Está plantada, con su expresión más encantadora, a la vera del cajón abierto. Sus pestañas se mecen con el viento mientras dice con inocencia:
- Mira mamá, mañana me toca la de 101 dálmatas
La había encontrado, extraído, desdoblado, y colocado la primera de la fila con perfección. Y no sólo eso. Se estaba asegurando una coartada.

Es mona. Es lista. Y lo sabe. Y te puede mentir mirándote directamente a los ojos sin inmutarse siquiera, como su hermana.


Unos se quejan de que tienen lusers. Otros se quejan de que se las tienen que ver con un LOFH. Lo que yo tengo en casa son dos AUFH (Advanced Users From the Hell). Y todavía van a infantil. Dios me asista.

P.S. Encima aprenden rápido. Otra vez lo he vuelto a poner y ya no caen en la trampa. Son listas, pardiez.

  


Hijas mías:

1.- Espero que cuando leáis esto, ya seáis personas maduras y que haya descendido notablemente el nivel de  malicia que os gastabais.  
En caso contrario, no os quepa duda de que me he dado cuenta. Lo sé. Lo sé todo. Todo. Sí, también eso. Si os parece que no hago nada al respecto, una de dos, o no os habéis coscado de que sí lo hago, pero muy disimuladamente, ha ha ha, o que he decidido no intervenir para que lo resolváis solas.

 2.- Que sepáis que nunca os tomé por tontas. Ni por un instante. Ni cuando apenas levantabais un metro del suelo.