miércoles, 31 de julio de 2013

CUANDO UNA DESCONOCIDA ACAPARA LATAS DE SARDINAS, ESO ES IMPULSO.



A media mañana me entró un impulso tan irrefrenable de comerme una buena lata de sardinas en aceite, que ríete tú del anuncio del susodicho impulso. (Nota mental percibiendo el olor de sardinas pringosas irremediablemente adherido a mi piel para todo el día: perdida estoy, jamás un desconocido me regalará flores en plena calle, snif). Asín que, ni corta ni perezosa (bueno, un poco corta sí que soy, y vagueras un rato largo, así que no he dicho nada), me dirigí en el ipso flauto al supermercado más cercano.

Una vez allí, como no, no me conformé con comprar una lata de sardinas. No así. Nunca tal. (¿He mencionado ya la tendencia acaparadora y que tengo activado el gen “compro y cocino como para dar de comer a varios cienes de regimientos recién llegados de una travesía por el desierto de Atacama”?). He comprado exactamente cinco latas de sardinas en aceite, seis de atún en aceite de oliva y dos de mejillones en escabeche. Todas de tamaño maxi. No compré más porque me pesaba mucho, y confieso que llevo ya un rato pensando en volver y arrasar con las existencias. Atención, pregunta: ¿De qué era la oferta del día?

Qué mal lo hubiera pasado yo

Lo que me ha impulsado a poner dicho despropósito en el blog sin perder un instante (una vez satisfecho mi antojo sardinil, claro está, mira que si Futuros Hijos Míos me salen con lunares pistiliformes…), ha sido la escena de la caja.

 Con todo pagado y recogiendo mis bártulos (y ya de paso mis túrdulos, ilirios, indigetes e ilergetes), escucho a la señora que venía detrás, que le dice a la cajera:
- “Aquí tienes la bolsa, guapa, me la vas llenando, que seguro que tú estás acostumbrada y lo haces mejor que yo. Seguro que no te importa.” (vos prometo por san Google que fue talmente asina, y si no es tal, que se me caiga el servidor).

A lo que la cajera responde, sin torcer el gesto y con la naturalidad más increíble del mundo:
- “Claro que no, señora, a mí me la re, me da igual.”

Me paré a examinarla. Si no fuera imposible, juraría que era ella.



Futuros hijos míos:

1.- Cuando vuestra madre tiene hambre, dadle de comer enseguida. Es lo contrario que en la película Gremlins. Si no la dais de comer, se convertirá en esto:

¿Pero no me veis lo flaquito que estoy?
(¿He hablado ya del respeto que me infunde el hambre patrocinada?)


2.- Ir por la vida echándole morro está muy bien siempre que el susodicho morro no sea utilizado para ir atropellando a los demás. Resumiendo: avispado, si. Trepa/avasallador, no.


viernes, 26 de julio de 2013

DOS PEQUEÑAS HISTORIAS DEL “RETONNO”


1.- Estaba el Epigrafista abriendo las ventanas, cuando se encuentra esto:
 
Con un par

Ni que hubiéramos estado fuera medio año…

Nota para curiosos (antes de que me preguntéis qué hicimos con los huevos):
Ante todo habéis de saber que, por lo que respecta a las aves invasoras de residencias urbanas, fui criada en la más estricta intolerancia. Aún recuerdo nítidamente cuando, muy entrada la primavera, los grajos jóvenes procedentes de los nidos del torreón, que comenzaban a ejercitar sus alas, caían en el patio de casaCactusafro y no podían salir. Allí permanecían chillando, incluso días (por supuesto, si no podían salir al principio, mucho más crudo lo tenían según iban pasando los días), hasta que mi abuela la Galochera (no era un dechado de compasión e indulgencia, todo hay que decirlo, pero de las cualidades que adornaron a mi anti-abuela quizás hable algún día) entraba en el patio con la aviesa intención de poner fin a sus penas. De un modo rápido y eficaz, eso sí. No se escondía, precisamente, y Cactusafro lo vió (y oyó) más de una vez.
(Luego me dicen que porqué soy medio insensible. Si alguna vez tuve sensiblería alguna, me la arrancaron a cantazo limpio en el principio sustancial.)

No queda ahí la cosa, sino que también recuerdo que, de los nidos de palomas que alguna vez hacían en los balcones del segundo piso, la Galochera se comió más de un pichón. No en vano pertenecía a una generación mucho más recia que la nuestra, y para ella matar, desplumar, y eviscerar un pichón era tan normal como para nosotros comprarlo en la carnicería. Además, cómo iba a desperdiciar un pichón tan accesible, tan a mano. Si es que se lo ponían… a huevo.
(Nota mental: contar algún día, en cuanto lances juveniles de mi madre la Maestra, los innumerables pollos que mataba y pelaba con su madre Friga en la cocina del restaurante familiar. Si es que ya os digo que era otra generación.) (Y qué ricos debían estar esos pollos…)

Fuimos mucho más clementes que la Galochera. Pero ya no hay huevos, eso sí, que los pájaros no deben anidar en los pisos, y no hay más que decir (aunque, en vista de la ausencia de nido en sentido estricto, más bien parece que andaba apurada, la pobre paloma, y lo dejó en el primer lugar medio apropiado que encontró).


2.- Estaba el Epigrafista en el patio común del edificio, donde se encontraba uno de los vecinos hablando con otra vecina (lamadredeChucky, ahora que nadie nos oye). Interviene en la conversación y pregunta:
-  “Pero… ¿Cuántas veces barre el patio?”
Silencio. Cara de estupor. La vecina dice no entender la pregunta. El Epigrafista, que nunca se ha caracterizado por aceptar la callada por respuesta, insiste:
-  “Pero… ¿Cuántas veces barre el patio? Mire que usted es la que tiende aquí la ropa y bla bla bla…”
Nueva cara de pasmo. La vecina insiste en no entender la pregunta.
Como el tema de la limpieza de las zonas comunes entra dentro de la controversia vecinal, cambia de tema y sube a casa.

Un rato después, me lo cuenta:
- ¿Sabes? Creo que se lo dije en Yojanistano. Me dí cuenta luego.



Futuros hijos míos: si alguna vez vuestro padre se dirige a vosotros en alguna lengua ininteligible, basta con avisarle. Le pasa mucho. Aunque parezca increíble, no se da cuenta. Os lo digo yo, que le he visto hablar en público en guiri, pensando que utilizaba su lengua materna. Cuando le avisé, ya había soltado todo el speech.




P.S. Edito para poner el comentario del Epigrafista sobre los huevos: "Igual es como en aquel episodio de Los Simpsons, en que Bart rescata dos huevos del nido, y los incuba porque se siente culpable de haber matado a la madre, y luego lo que salen de los huevos son dos lagartos asesinos."
¿En la ventana de un tercero de una fachada más lisa que la camisa de Artemisa? Pues va a ser que no.
Lagarto, lagarto.

jueves, 18 de julio de 2013

YA ESTAMOS AQUÍIII…



Hemos vuelto de Yojanistad, y directamente al trabajo. Sin pasar por la casilla de salida ni cobrar: el Monopoly es lo que tiene (de esto me quejo poco, que no está el horno para bollos, no soy tan insensata).
(Ha sido llegar, y encontrar unos fallos bien gordos en lo que "me" habían hecho mientras que estaba fuera. Y eso que esta vez se esmeró, para no liarla parda, como la última vez que me fui. Mira que hicimos todo tipo de bromas: que habían llamado para que volviéramos, que sin nosotros no podían seguir... Si lo sé, callo la boca).

La dietista me va a matar (espero que no mucho).
(Nota mental para el futuro: el cuerpo resiste lo que resiste, más o menos una semana. Como mucho diez días. Luego empieza a protestar.)

Tengo la espalda hecha un ocho (no os digo más que ayer según puse un pie en la aldea gala, a la hora ya estaba en casa de la Masajista).
(Nota mental para el futuro: intentar por todos los medios no dormir en un colchón que tenga más años que yo).

Las fotos aún están en la cámara de fotos. Ni siquiera tengo decidido si hay algún evento especialmente digno de ser expuesto en plaza pública (no muy pública, digámoslo todo).

         Lo único que os puedo decir es que, en principio, el blog no cerrará este verano. De la regularidad de publicaciones no me atrevo a aventurar nada, que la galbana canicular es de lo peor.



Futuros hijos míos: Hice montón de fotos pensando en vosotros. Ya veréis qué chulo es todo, ¡y la casa de AbuBuni tiene un jardín, con huerto, manzanos y matas de frambuesas!

martes, 16 de julio de 2013

“YO ERA UNA PRINCESA CABALLO BEBÉ



La más pequeña del mundo, con cero años”

        Volvemos a la senda marcada originalmente, con realistas descripciones de las familias integrantes del clan.

        Navidad del 2011. CasaAbu. Tras una opípara comida, todo el clan se encuentra apoltronado en el salón-comedor, rumiando y engullendo (simultáneamente) una extraordinaria y gigantesca tarta de calabaza (algún día os daré la receta: cinco kilos de calabaza concentrados en una sola tarta. Casi no lleva ni azúcar). ¿Todo el clan? No. Los niños juegan del lado de la sala. Párvati y Shivá escudriñan sus respectivos aifons. La Maestra va y viene en un vano intento de evitar caer en tentaciones cucurbitáceas. La Madreconcarné, la Princesa Chicle y el Ente departen amigablemente. De repente se hace el silencio.
-         ¿Habéis oído lo mismo que yo?
-         Creo que sí
-         Ha dicho “yo era una princesa caballo bebé
-         Entonces yo también lo he oído.

La interfecta, que de tonta no tiene un pelo, dándose cuenta de que ha despertado nuestra atención/turbación, desde el otro extremo de la sala y sin dignarse mirarnos, dirigiéndose a su prima, repite, innovando:
-         Yo era una princesa caballo bebé. La más pequeña del mundo, con cero años.

A la autora de tan memorable frase, y de otros grandes éxitos como “vamos a jugar a hermanas adolescentes”, la adornan otras prendas de predicamento. A saber: en un concurso de a ver quién come menos fruta y verdura; se lleva la palma de carrerilla; suele inventar canciones sobre el advenimiento de la paz mundial que harían palidecer de envidia al mismísimo Lenon; es capaz de hablar debajo del agua, literalmente (su monitor de piscina dixit); su capacidad para saltar a la comba sin parar un segundo no ha podido ser medida por la ciencia; su sentido de supervivencia está tremendamente desarrollado, por lo que lógicamente reacciona con vehemencia ante la visión de su propia sangre o la desaparición de piezas dentarias; desarrolla múltiples actividades tanto deportivas como intelectuales, siendo notada en su propio colegio (la sor se quedó muda de asombro) casi desde el primer día, debido a cierta adjetivación latina (¿Estamos ante un nuevo caso Calixta? Seguiremos informando).


Así se ve ella (añádanse unicornios rosas y arcoiris como fondo)

 Así es como la solemos ver nosotros.

Si bien su hermano el Gitanorubio (lo siento papito, tú lo quisiste) aún es pequeño para demostrar su valía, algunas señales deja traslucir. Embelesa y cautiva ya a primera vista. El principal atributo de su encanto primordial son sus luengos cabellos de homónimo colorido.

Su madre le cortó el pelo: estado actual

¡Dejadme! ¡No me cortéis más el pelooo!¡Quiero llegar a ser así!

Habitualmente arrasa en las pasarelas con a un estilo mitad casual mitad aguerrido leñador en ciernes (sin perder un ápice de su donosura), gracias a vaqueros, pantalones de pana y camisas de cuadros. Desde su más tierna infancia (en el sentido más literal posible: la ropa de bebé le quedaba fatal, desde que tenía días, si no lo veo, no lo creo). Fue el primero que lució en su muñeca la pulsera heavy de ganchillo (made in Madreconcarné) justo cuando empezaba la guarde, probetín.

Versión crecidita de la misma
Ustedes me perdonarán que se me caiga la baba de este modo tan evidente: no sólo es un conquistador, sino que además lo conozco desde que le limpié el meconio. Se ríe hasta cuando lo bañas en la pila de la cocina. Está mono hasta con un pañal de sombrero. Es el centro de atención de sus primos mayores en cuanto aparece. El Gitanorubio, señores, todo un gentleman. No me extraña que Ahijada lo persiga cada vez que lo ve (aunque me temo que sus intenciones se refieren mayormente al acaparamiento juguetil).


Es MamiManitas la madre de tan notable progenie. Colíjase por su nombre alguna de sus propiedades (baste decir que el día de su boda cortó la tarta con una sierra de arco, que le acababan de regalar a tal efecto). Tiene otros superpoderes, como el de agrandarse y encoger a voluntad, y desarrollar las actividades más diversas a lo largo del día. Cual Mary Poppins de nuestros días, transita por la vida con un bolso mágico, del que en cualquier momento puede salir tanto una cinta métrica, como un adminículo multifunción (destornillador-rotulador-sacacorchos-adaptador USB), como un conjunto de camisetas a juego DIY para regocijo de todos los primos afectados. En el último caso, la foto de grupo es de rigor.


Lo de su cónyuge DerBlaueReiter sí que necesita una explicación (como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esta explicación que os debo os la voy a pagar). Tal denominación (el jinete azul) pertenece a un grupo artístico del expresionismo alemán. Los cuadros más notorios representan caballos azules. Es nuestro personaje también jinete… de una bestia azul.

Mutatis mutandis

Por otra parte, son notorias sus habilidades para la imitación de ciertas cadencias exóticas (de tanto hacer el chiste, a veces le sale sin querer en el momento más inconveniente), provocando la hilaridad del público en general. Tiene una vertiente enciclopédica, como el Epigrafista, relativa a cualquier cosa con ruedas que se haya fabricado en los últimos treinta años (desde los motocarros hasta el último Porsche). No sé qué tal le parecerán los nicknames que la Madreconcarné, en su infinita sabiduría, atribuyó a su familia (a él, que recuerda y utiliza sin piedad los ancestrales motes de todos los lugareños de su pueblo de crianza). Así es la vida. Pero no te preocupes, siempre podemos llamar a tu hijo Artajerjes.






Futuros hijos míos:

1.- Las competencias relativas a bricolaje son de tía MamiManitas o, en su defecto, de vuestra madre (toma estereotipación de género). Jamás veréis a vuestro padre con un taladro en la mano colgando estanterías en casa. Si acaso lo vierais, avisadme enseguida.

2.- No vais a sacar lo de Artajerjes poniéndolo en Google. Es como lo de Herodes o lo de Boanerges. Son asociaciones mentales inverosímiles, fruto de mentes demasiado transitadas. Y además requieren conocimientos tirando a exóticos. Mejor preguntad.

3.- Un poco de paciencia. También habrá camisetas a juego con los primos para vosotros.



viernes, 12 de julio de 2013

PANEGÍRICO GASTRONÓMICO IBÉRICO O TRATADO SOBRE CÓMO COCER CORRECTAMENTE LA PASTA, III



Partzrí: expiación o qué tienen en común Giovanni Rana, la historia medieval francesa y la Madreconcarné.

 
Giovanni Rana asomado a la ventana (omaggio al Ente)
Castel Sant´Angelo
Ludovico Pio en sus tiempos mozos

Un breve epílogo para explicar que, a pesar de haber recocido reincidentemente la pasta a lo largo de toda la vida, se puede alcanzar la redención.

Casi todos los hispánicos yerros descritos en la partchú fueron cometidos empedernidamente por la que suscribe (eso sí, en los tiempos legendarios, muchísimo antes de que el status carné fuera siquiera pergeñado). Particularmente el del tomate frito de bote recién sacado del frigo, que lo mismo regaba la pasta, que el arroz, que los huevos fritos. Yo también caí en las fulleras redes publicitarias de cueces o enriqueces. Yo misma esquilmé los mejores olivos de la piel de toro en estériles esfuerzos con burbujeantes brebajes, sin que el pertinaz repegado del condumio me hiciera caer en la cuenta de lo vacuo y baldío de tal adición. Mea culpa.

Cual Ludovico Pío en Canosa,  la Madreconcarné acudió, con sus mejores galas, al Castel Sant´Angelo, una fría noche de agosto, donde a la sazón se hallaba el mismísimo Giovanni Rana en persona (aunque no se asomaba al balcón, como en el anuncio: sólo lo vi salir del coche y encaminarse a la puerta principal). Expié mis faltas como el que más, en aquella ocasión (pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión), y fruto de todo ello fue la exoneración del cargo de enemiga de la itálica patria que pesaba sobre mi cabeza.




Futuros hijos míos: lo del Castel Sant´Angelo es cierto. Otra historia de los tiempos legendarios. Ya os contaré.

miércoles, 10 de julio de 2013

PANEGÍRICO GASTRONÓMICO IBÉRICO O TRATADO SOBRE CÓMO COCER CORRECTAMENTE LA PASTA, II

  
Partchú: donde se cuece realmente la pasta


Véase

Ahora bien, una vez expuesta la supremacía ibérica (aquí o chauvinismo gastronómico para todos o para nadie, faltaría más), vamos a detenernos en la humilde pasta. Y aquí voy a romper una espumadera, que no una lanza, en defensa de su buena preparación. Ahora mismo se me vienen a la cabeza dos casos nefastos:

-         Una vez pisado suelo itálico, conducen al dócil turista a uno de los comederos expresamente preparados para ellos. Indefectiblemente en tales establecimientos la pasta se recuece (e incluso requetecuece de un día para otro) y se acompaña de salsas comerciales de la peor ralea, en cantidades tan exiguas que difícilmente podrían ser medidas por el acelerador de partículas del CERN. Inmediatamente la fama de la pasta italiana, y por extensión la de toda su gastronomía, hace aguas entre la comunidad foránea (concretamente se hace un amasijo informe y amazacotado) y el esforzado turista hispano, tras echar pestes, llora pensando en los macarrones con chorizo de su madre.

-         Tampoco está falta de culpa la manía patria de hacer caso omiso del punto de cocción, primorosamente indicado en el paquete (¡qué va a saber el que lo hizo! Total, sólo lleva toda la vida dedicado a la pasta), que ni nos molestamos en probar una buena pasta al dente, no nos vaya a sentar mal.


 Recuerde que él no lo haría

Espectadores todos. Llegado es el momento. Instrucciones para el correcto cocimiento de la pasta, como auténticos hijos del Belpaese.  Algo sabrán los italianos sobre cocer pasta. No en vano el sobrecocimiento pastil es considerado causa legítima de divorcio por la justicia italiana.

-         Hay que tener el condimento de la pasta, sea cual sea su naturaleza (salserense, semisalserense o carente completamente de salsídico ecosistema), convenientemente preparado o cuasi, en una sartén amplia. Quien dice sartén, dice cazuela no muy honda. En estado caliente o templado. Nunca frío. Jamás del frigo. El tomate frito de lata recién sacada del frigorífico es considerado sacrílego (toma nota Palas Atenea) y será usted convenientemente multado por las autoridades, además de que el comisario Montalbano pondrá precio a su cabeza y Dante lo incluirá en el peor de los círculos infernales en compañía de los que queman el ajo.

-         Póngase al fuego una cazuela amplia con agua. Con mucha agua. Así como medio litro por cada 150 gr. de pasta seca. Que conste que me quedo bastante corta respecto a los stándares italianos, pero es una cantidad aceptable y compatible con la optimización energética. Cúbrase dicha cazuela.

-         Échese al agua sal. Preferentemente cuando ya esté hirviendo (el agua salada tarda un poco más en hervir y así se ahorra algo de energía). NADA MÁS. Ni aceite, ni pastillas de caldo, ni nada de nada. Respecto a la manía de ponerle aceite al agua “para que no se pegue la pasta” o vete tú a saber porqué, he de decir que es un gasto innecesario además de una tontería. No hay un solo italiano que lo haga (créanme, interrogué pormenorizadamente a la entera ciudadanía y todos manifestaron estupefacción y pasmo). No hay que ser Ferrán Adriá para que no se te pegue la pasta, sólo hace falta no irse a echar la partida después de que la metiste en cazuela. El aceite no le da sabor alguno. No sirve para nada. Eso sí, seguro que al señor Carbonell le encanta esta práctica. Del agregado de pastillas de caldo u otros aditamentos del tipo, mejor ni hablamos. Es una práctica proterva y espuria en grado extremo.

-         Una vez en ebullición, viértase la pasta en el agua. Déjese la cazuela destapada. Mírese el reloj. Apúntese la hora. Vuélvase a apuntar la hora, esta vez con un bolígrafo que escriba. Obsérvense las indicaciones del paquete sobre los minutos de cocción. Búsquese el envase vacío en la basura y, esta vez sí, con muchas precauciones y tocándolo sólo con la punta de dos dedos, obsérvense las indicaciones del paquete sobre los minutos de cocción. Hágase una sencilla operación matemática consistente en calcular a qué hora estará cocida la pasta. Prográmese el reloj de cocina, el despertador, y la alarma del coche. Todas las precauciones son pocas.

-         Remuévase la pasta a intervalos (con cuidado de no romperla). Tampoco exageremos. El exceso de revoluciones puede conllevar la excesiva disolución del almidón y otros componentes con la consecuente coloración y cambio en la consistencia del agua. Con evitar que se pegue al fondo, es suficiente.

-         Cumplido el tiempo de cocción, retírese la cazuela del fuego y cuélese la pasta con alguno de los muchos utensilios existentes  al uso (escurridor para pasta, colador grande, rejilla de vapor de la olla, cestillo de la Thermomix… vamos, que para esto sirve hasta el rallador del queso si es suficientemente grande, no hace falta tecnología punta para poner en un lugar el agua y en otro la pasta). NO PONER BAJO EL GRIFO. Lo único que se consigue con dicha práctica es que la pasta pierda sabor y se encalle por el choque térmico. No, no y no, la pasta recién cocida no se chorrea con agua fría. Como excepción a la regla, la pasta para ensalada, se puede refrescar antes de juntarla con el resto de ingredientes, pero tampoco es imprescindible. Solamente la pasta para ensalada, y solamente si la receta expresamente lo requiere.

-         Inmediatamente, vuélquese la pasta en la sartén o similar donde se halla el condimento. Remuévase. Tutto pronto.



P.S. consideraciones salutares y estéticas: eso de que la pasta es buenísima y muy saludable, y que no engorda nada de nada, hay que matizarlo. La pasta recocida engorda más, véase (si es que ya os digo que es lo peor que hay), y ni siquiera se digiere mejor. Así que no hay excusa.




Futuros hijos míos: otra cosa no sé, pero en esta casa, una pasta scotta es difícil que la comáis. Sobre los acompañamientos, estoy segura de que vuestro padre se inventará algo sobre la marcha.

lunes, 8 de julio de 2013

PANEGÍRICO GASTRONÓMICO IBÉRICO O TRATADO SOBRE CÓMO COCER CORRECTAMENTE LA PASTA.

 Partguan: Giovanni, la pasta

Mucho me temo que con esta introducción voy a generar polémica, y que la totalidad de mis amigos italianos me retirarán la palabra de por vida. La supremacía mundial (qué digo mundial, universal y estratosférica) de cualquier producto que haya surgido, (aunque sea espontáneamente al borde de un reguero infecto) de su bienquisto suelo, o se derive de alguna de sus tradiciones, (ya demostrada, ya perteneciente al acervo legendario) es dogma incuestionable más allá de los Alpes. Desde que los cruzó Aníbal con los elefantes o incluso antes, me temo. Pero es que la Madreconcarné es medio kamikaze. Tiene tanta diplomacia como una apisonadora sin frenos. Qué le vamos a hacer. Sono fatta così, belli miei.

Vaya por delante que tengo muy desmitificada la gastronomía italiana. Entiendo que a los estadounidenses o a los británicos les fascine, e incluso que Jamie Oliver haya hecho cienes y cienes de programas sobre la misma, porque lo de la comida (me niego a llamarlo gastronomía y no sé si alcanza el nivel de cocina) por aquellos lares es tan … accesorio (vamos a dejarlo así), que todo lo que conlleve graduar el fuego y utilizar cuatro o cinco utensilios distintos les tiene que parecer sofisticación pura a los hijos del Ruayammuní.

Pero en un país como el nuestro… vamos, no me voy a extender sobre la calidad y variedad de las materias primas (un “poquitín” más allá de harina, harina, más harina y unas fracciones infinitesimales de alguna verdura, principalmente tomate estripao), que además la cocina tradicional española no es monotemática, que la escasez de medios de las sociedades tradicionales fue superada con el ingenio propio de la idiosincrasia patria, que se abarcan todos los grupos de alimentos de un modo mucho más equilibrado, etc. Al contrario. No diré nada de la parquedad de los sughi per la pasta, ni siquiera mencionaré la escasez de fruti-verdulerías en itálicas latitudes, (trúncase en carestía atroz, casi inexistencia, cuando se trata de carnicerías y pescaderías). Que quede claro que ni siquiera apunto nada de todo eso, praetermito completamente, cual Cicerón. Comparaciones son odiosas.

Comprobado tengo que al indígena ibérico medio se le vienen abajo los palos del sombrajo italogastronómico cuando toma conocimiento del mismo sobre el terreno. No, no me refiero turísticamente, que tendría cierta justificación. Un par de meses a base de pasta un día sí y otro también (y que tampoco es raro lo de pasta para comer y pasta para cenar), y ya me dicen.
 
Un poco de pasta basta

Y el que crea que exagero, atento a lo que viene. Verídico y vivido por la menda en primera persona. Esto fue una conversación con una colega italiana:
Yo: - “No, en España no se come pasta todos los días. En la mayoría de las casas se come pasta una o dos veces por semana.”
Ella (con cara de estupor y los ojos fuera de las órbitas): – “¡Pobre gente! ¿Pero entonces, qué comen?”


Existen más de 350 variedades de pasta seca italiana


y sigue, y sigue...

Ahora que nadie nos escucha, en mi modesta opinión, y en la de otros especialistas del género de alto predicamento, cual la Jefa (esoenmipuebloesloquedamosalosperros) (no mentaremos aquí al Epigrafista, a ver si por lo menos le continúan hablando a él), tan desmesurado prestigio deriva de la capacidad itálica para vender lodetodalavidadeDios y que además cuesta dos liras, como la invención más grande que vieron los siglos, convenientemente ataviada con el mágico halo de “generación tras generación” y un packaging diseñado por un exbecario de Versace venido arriba. Todo ello a precio de jamón de bellota. Subyugante total.

(Definitivamente esto me va a costar rotura total de relaciones con mis amistades italianas, pero me debo a mi público. Espero que apreciéis la inmolación que estoy haciendo de mi vida social en el altar de este blog).

Que conste que no ignoro las preparaciones regionales italianas más tradicionales, ocultas al gran público (lo dicho, soy kamikaze). A pesar de todo (¿o precisamente por ello?), me reafirmo en lo dicho. Es decir, es cierto que existe una cocina local de calidad más allá de la pasta o la pizza, e incluso a través de las mismas, generalmente ignota para el gran público. Pero tales casos resultarían equiparables, nunca superiores, a los platos patrios. He dicho.

(A estas alturas los carabinieri me han prohibido la entrada en territorio italiano y mis examistades me están haciendo vudú. Por cierto, noto un aguijoneo en los lomos, de golpe y porrazo. ¿Coincidencia? No lo creo.)

No es italiano todo lo que pastuce




Futuros hijos míos: no sólo de pasta vive el hombre, salvo que sea italiano (y ni siquiera todos).
 


martes, 2 de julio de 2013

EL LABORATORIO

        

¿Qué comeremos hoy?

La Madreconcarné no cocina. La Madreconcarné experimenta. (El Bardo dixit: “tu no cocinas, experimentas”)
     (lo sé, macarrones de primero y lentejas de segundo fue un despropósito difícilmente sobrellevable para cualquier persona humana normalmente constituida, mea culpa, pero a ver quién es el guapo que saca materia prima de donde no la hay, y nadie pudo decir que no suplí la falta de variedad con montañas de cantidad).
     Pero no se dedica a la cocina imaginativa, como la hija de Drama-mamá, no. Cocina experimental en toda regla. Unas veces sale bien y otras no tanto, pero aquí no nos arredra nada:

         ¿Que hay que hacer unas torrijas sin trigo, sin leche, y sin huevo? Pues se hacen (y además quedaron bastante buenas, que ya es un clásico de la Semana Santa en casalaMaestra).

¿Que esta receta está muy rica pero engorda una barbaridad? Pues por el principio de mutatis mutandis, ¡Eccoliquá! (tanto es así que más de una vez DerBlaueReiter ha preguntado, alzando una ceja, si “este bizcocho tiene harina harinosa y azúcar azucarada”. Cuánta desconfianza. La duda ofende. Pues claro que NO).

¿Qué había oferta de manzanas en la plaza? (Quién se puede resistir a comprar diez kilos de manzanas a razón de 40 céntimos el kilo… Yo no, para desesperación del Epigrafista, que por cierto, es el que puja por el carrito). Pues toca semana monográfica: pollo con manzana, macarrones con manzana, conserva de compota adobada con especias exóticas (cuanto más extravagantes mejor: si es que me gusta el riesgo, qué le voy a hacer)…
Y así todo.

¿Por qué hacerlo sencillo pudiendo fastidiarla en el último momento? (A veces tengo un ramalazo medio suicida). Aquí se aplica otro principio de la cocina experimental: a la Madreconcarné le gustaría hacer cocina exótica como Dios manda (futomaki, kokaku namasu, bizcocho de pu thê, souflé de cangrejo al coco y curry, pato laqueado a la pekinesa…), pero ante los inconvenientes que se le plantean (intendencia, tiempo, comprensión real de la receta), se contenta con jorobar los platos normales con ingredientes rarunos.
 
Esto es lo que querría
 
Esto es lo que consigo



La Maestra no dice nada, pero no puede evitar mirar con recelo los planes culinarios de Madreconcarné.
Ejemplo de todo ello, es el despliegue culinario que cada año se pergeña por Navidad, con mayor o peor éxito, en casalaMaestra.
-         “He pensado que vamos a hacer cuchiflitos en salsa, crêpes de salsifí con cangrejo malayo, y, para los que no pueden tomar leche, gelatina de vermú. – dice la Madreconcarné, que lleva varias semanas recopilando recetas.
-         “Buenooooo, estooo, si acaso luego. De momento voy comprando chicharros y un buen morcillo para guisar. Lo tuyo todavía no lo hagas, por si sobra.”

Aparentemente, la simplificación sería buena. Pero la experiencia nos demuestra que es casi peor (lo del año pasado es otra historia, que será contada en otra ocasión).
Total, que acabamos comiendo lo de todos los años, quejándonos de que todos los años comemos lo mismo (no mucho, la verdad es que sólo el personal de cocina se queja de esto), y acabamos tomando licores variados sentados durante horas ante una mesa en la que “llovió bebida y nevó comida”, cual banquete hobbit.
Lo único en que se me permite meter el cazo es en los postres. Tengo que tener la previsión de comprar una calabaza gigante en noviembre, para estupor del Epigrafista, que es quien la ha de portear cual Tenzing Norgay de nuestros días. Y como entonces, quien se lleva todo el mérito de la escalada, digo de la tarta, es la Madreconcarné y nadie se acuerda del sherpa, que digo yo que también habrá subido la montaña, que en la foto se ven dos señores (ala, ya lo he dicho, que aún recuerdo cuando Cactusafro lo preguntó y nadie supo contestar).
 (Aprovecho la ocasión que me brinda este blog para pedir disculpas a los afectados por la tarta de manzana del año pasado. La elaboré siguiendo el mismo método que la de calabaza, pero se ve que las calabazas y las manzanas no siguen las mismas leyes gastronomo-físicas (¿serán manzanas cuánticas?). En mi descargo tengo que decir que… había oferta en la plaza de manzanas a 40 céntimos el kilo.)
 Casi todos los años termino pensando que más me hubiera valido seguir el ejemplo de mi amiga la Pediatra (“venid a casa, que os doy de comer. A mí no me pidáis que cocine, pero yo de comer os doy.” Lo que se traduce en comprar una empanada y otras cosas a cual más rica). Por alguna razón pretérita, al poco tiempo nos da un ataque súbito de amnesia y vuelta a empezar.


No vamos a insistir en el aprovisionamiento alimentario (rozando el acaparamiento especulador) que desborda las alacenas de la cocina y las de algún otro cuarto. Aquí confluye la natural tendencia al acopio de la Madreconcarné, el instinto maternal (léase prevención del odio por hambre patrocinada), y ese afán por aprovechar hasta las migas que, quién sabe de dónde le viene. Se diría que pasó la postguerra traficando con cartillas de racionamiento (nota mental: lo de las cartillas de racionamiento, el fielato y los recursos alimentarios de Boanerges en medio de las restricciones, merece una entrada para ello solo). Tampoco soy capaz de cocinar cantidades normales, sólo me sale en versión maxisize. Algunas veces lo intento seriamente, de verdad que sí, pero por algún misterioso efecto madrecarnetil, en el laboratorio las perolas se colman, los moldes desbordan y el motor de la Thermomix a duras penas puede moverse.

Esto nos lleva a otra de las normas que rigen en el laboratorio: casi todo es comestible y aquí no se tira nada. (“¡Madre mía! ¡Pues sí que tenía que ser malo para que tú te lo dejaras entero!La Jefa dixit, tras ser advertida por la Madreconcarné de que nunca fuera al Dunkin Donuts). Las inmensas potas de lentejas dan para varios tarros de a kilo, en conserva. El pollo que no os comisteis hoy, os espera en el congelador dentro de una o dos semanas. Los restos también pueden reencarnarse en terrinas o en imaginativas sopas, platos que bien podrían denominarse “informe semanal”. ¿Qué la tortilla quedó seca? Tortilla en salsa. ¿Qué este jamón salió salado? Pues tiramos de Thermomix y son virutas de jamón, el condimento perfecto para la crema de calabacín. ¿Qué esta masa de brioche se negó a subir? Pues se corta en rodajas muuuy finitas y son biscotes para desayunar.

Cualquiera creería, al leer esto, que la Madreconcarné es un MacGyver de los fogones. Bueno, modestamente, algún triunfo tengo en mi haber, pero la menda es mayormente el Rambo de las máquinas (porque sí, puedo darle al bolo mogollón, pero vaga soy un rato). El laboratorio es el imperio del artilugio. Cómo podía yo sobrevivir antes de mi tostadora-gofrera-plancha, por favor.


¡Tengo una máquina nueva!

 (Espero con terror el día en que Skynet tome conciencia de sí mismo liderando a las máquinas. Habrá que clausurar el laboratorio con una puerta blindada.) (Por cierto, me pido Adriá en Matrix.)

         Por mal que se nos den algunas cosas (el arroz me tiene manía, snif, con lo bien que le sale la paella a Tom Bombadil), en el laboratorio rigen algunos principios gastronómicos incuestionables: la pasta, al dente (ya nos extenderemos sobre esto); el chocolate, del de aquí, bien espesito y con un toque de azúcar vainillado; la morcilla, sin arroz (puede llevar calabaza, patata, piñones, miel y hasta algas peruanas, pero si lleva arroz, en esta casa no tiene nombre de morcilla sino de paella); la barbacoa es cosa de gran entidad; y, finalmente, los que quemaren el ajo voluntariamente (por pensar que la receta es así), serán enviados al correspondiente campo de reeducación de prisioneros hasta que reconozcan su culpa y reparen su error (Il Dottore dixit).


Finalmente, una sentencia gastronómico-vital de mi abuela Friga: “el que no vale para comer, no vale para trabajar”. Es un principio inmortal e infalible, y he comprobado su validez todos los días de mi vida. Así como yo lo recibí, os lo transmito, futuros hijos míos. Y me permito añadir que la persona hecha y derecha que no vale para comer, no vale para casi nada (ni para trabajar, ni para divertirse, ni para atropar billetes de mil duros). Haréis bien en desconfiar y estar ojo avizor.
(Esto me recuerda el test de sondeo realizado al Epigrafista como primera maniobra: tortilla de patata y morcilla de la de mi pueblo. Test que, he de decir, pasó con nota. Mucho después, enterada la Maestra, declaró que se había vendido barato. Gracias mamá.)





Futuros hijos míos:

1.- Podéis tener la alergia alimentaria que queráis, que ya vuestra madre tiene controlada la leche deslechada, las magdalenas de pollo biológico y la tortilla de patata sin huevo ni patata, y ya puestos, sin sartén.

2.- A ver si aprendéis de vuestro padre, que se lo come todo sin rechistar (¿qué querrán decir esas furtivas miradas de congojo?).

3.- En esta casa hay ciertas normas para comer: la comida de comer, se come. La comida de probar, puede no comerse toda, pero es obligatorio probarla. Distinguir la una de la otra es fácil. La comida de comer es la que os pongo en la mesa a las horas de comer.

4.- En la vida hay que saber hacer un poco de todo. Nunca se sabe lo que será importante. Mira por dónde, acabaron siendo útiles aquellas tortillas de patata…



P.S. Como sabéis, nos vamos a Yojanistad. No desesperéis, os dejo unas entradas en el congelador.