miércoles, 10 de diciembre de 2014

ODA Y ADIÓS, y II





Adiós, cuerda de la ropa infernal. Ni tu acusada curvatura, que hacía pendular azarosamente nuestra sencilla indumentaria desde tres pisos de altura, ni tu recio y rechinante discurrir por engochinadas ruedecillas, amilanaban a tus esforzados usuarios.

 
Puro arte en movimiento. Eso es lo que era.
  
Adiós a las carreras por ser los primeros en acometerte y doblegarte.
Adiós a la automatizada técnica de alerta mental por vacante filamentosa que nos hacía entrar en fibrilación, incitándonos a poner la lavadora de inmediato.
Adiós al sistema de escuchas del lavarropas colindante.
Adiós a tender a altas horas de la madrugada con la aviesa intención de invadirte toda y que la amanecida te sorprendiera en plena ocupación ante el estupor vecinal.



Otro deporte de cuerda igualmente arriesgado.

  
Adiós. Que no te pase nada. Mayormente, porque algo me dice que aunque te haya abandonado, tendría noticias tuyas.


Hijas mías: que sí, que os importa. Os importa mucho. Y no sólo porque os conviene que vuestros padres no arriesguen la vida sacando medio cuerpo fuera cada vez que hay que tender. Mira que si a partir de ahora es fácil de hacer y os empieza a tocar a vosotras…



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