martes, 9 de diciembre de 2014

ODA Y ADIÓS, I



Adiós, lavadora de tres al cuarto.

Eso que tu llamas lavado, en realidad son dos revolcones y medio en agua esblanquiñada acompañado de fragor y estrépito.

No echaré de menos los lavados dobles y triples de seguido por continuar la ropa medio mugrienta, salpicada de máculas e imperfección blanqueante. Ni el doméstico deporte “extracción de ropajes chorreantes con carrera hasta la cuerda dejando un reguero nacarado por media casa”. Ni la cotidiana decepción ante la más pobre evidencia tras fatuas promesas de chorros del oro que quizás, así me gusta pensarlo, en otras condiciones hubieran sido una realidad. Adiós.

  
Algo así, pero con toda la ropa chorreando.

 
Sé que no siempre fue así. Hubo un día en que alegremente pagué los 100 eurazos de vellón que hicieron que fueras mía, y aun el suplemento de transporte: todo me parecía poco para tí. Hubo un tiempo en que tus pequeños defectos se me antojaban simpáticas particularidades en el marco de los dos o tres lavados semanales, y llevaba mi vergüenza bien a la vista sin enrojecer ni un ápice ante reprobadoras miradas de vecinas que lavaban mucho más blanco que yo. Cuando mi vida cambió, y con la mía la tuya, dejaron de hacerme gracia tus achaques a razón de lavado diario. Adiós.


Esto es un adiós definitivo. Ojalá encuentres quien te saque provecho aún, y continúe amortizando tu ya sobradamente amortizado amortizamiento. O que te saquen de ahí, y ya todo sea el fin y la nada juntamente. Hasta nunca. O no. Quizás me haga una ensaladera con tu puerta (no sería la primera vez), permaneciendo así tú a mi lado de un modo particular y quizás único. En cualquier caso, adiós. No lloraré por tí. Ni gota.


 

La publicidad lavadoril y sus promesas de una vida mejor se han apoderado de mí.
 

Hijas mías: sé que pensáis que a vosotras lo de la lavadora os daba igual. No es así. A partir de ahora vais a conocer a una madre distinta. A una madre que tiene una lavadora nueva y eficaz. Y programable. Y eso os afecta, creedme.

2 comentarios:

  1. Hay veces en que hay que dejar marchar lo antiguo. Aunque en tu caso parece que el desprendimiento ha sido de todo menos doloroso. Jajaja. Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Uf! No veas el cariño que le tenía al malditotrastodeldemonioasíntesetraguelatierra...

      Eliminar