jueves, 18 de junio de 2015

LAS OTRAS




Una entrada casi seria de la Madreconcarné.
(Que sí, que va en serio. ¿No veis que no tiene fotos?)

Basado en hechos reales,
como las mejores películas serie B de sobremesa.


Atención, este post contiene spoilers de Los otros y de Wayward Pines.
El que avisa no es traidor.


          Tengo considerables dudas sobre publicar esta entrada ahora. O sobre si publicarla, en general. Pero me cuesta mucho renunciar a algo que escribí. Me cuesta con un párrafo sólo (igual ahora se entienden algunas cosas, como el caos redaccional o los abismos de registro separados de punto y seguido), ni os cuento con una entrada bien larga. A lo mejor tendría que esperar a agosto, por lo de que todos están de vacaciones y así pasa algo inadvertida. O a lo mejor tenía que ponerla destacada en cabecera, como aviso para navegantes. No lo sé.
Lo más prudente sería esperar a ver qué pasa luego en Wayward Pines, eso seguro.


Las Otras. Si bien a lo largo del blog voy haciendo alguna referencia a ellas, lo cierto es que hasta hace bien poco no había tenido una sesión de concienciamiento tan aguda.
          Tan aguda que llevo semanas rumiando esta entrada.
         
Son las demás. Las Otras son las otras madres. Que no las madres de los otros. No. Las madres de los otros no. Las otras madres. No es igual.
Hoy he venido a hablar de ellas, como quien viene a hablar de su libro, así que todos ahí sentados, y a escuchar, que a mí me dijeron que podía hablar de mi libro y con esa condición vine, “que yo he venido aquí a hablar de mi libro, y no a hablar de lo que opine el personal, que me da lo mismo, porque para eso tengo yo…” mi blog y mis propias opiniones, hombre ya.

Creéis que ya sabéis por donde voy. Pero no. No me refiero a las pititas o especímenes similares en modo maternal, ya que nunca, o muy raramente, tengo trato con ejemplares del tipo (esto es la Aldea Gala, no Capital City). Si acaso con la versión local-quieroynopuedo, aunque en realidad, casi ni eso. Es lo que tiene ejercitar la diplomacia estilo apisonadora prácticamente desde la cuna. Ya se lo decía el otro día a mi amiga La Masajista, la pobre, siempre tan amable con todos. Eso que te pasa a ti, de tener que aguantar plomos, a mí, no me pasa.

No me refiero a que yo soy otro tipo de madre, rollo qué guay soy, no soy como las demás, yo la más original y poco arquetípica, que casi no parece ni que soy madre. Ni qué guay soy, soy una inconformista, una alternativa como no hay otra, siquiera dentro del alternativismo alternativo. No pretendo ser única, me consta que hay otras como yo (siendo muchas de ellas más eficaces y conspicuas, pero vamos, no creía yo que esto viniera siendo un concurso). No voy a revolucionar la crianza tradicional ni va a haber un antes y un después a partir de que yo sea madre. No veo las cosas de un modo nuevo y distinto. No pretendo provocar una implosión social. Ojalá fuera tan sencillo.

Yo sólo soy una madre normal. Hay muchos tipos de madres, y me parece bien. No digo que Las Otras lo hagan mal, ni me opongo a nada. En general todos los modos de crianza me parecen aceptables y tienen su razón de ser. Y al final, los resultados son parecidos, por uno u otro camino.
(Esa es la verdad, madres del mundo, no os obcequéis, que lo mismo da que la criatura use chupete o no, que gatee un año entero o se arranque a andar por bulerías, que coma en una trona ergonómica a 22º exactos o sentado en un palé de ladrillos a la puerta de casa. Al final puede ser igualmente solidario, inteligente o feliz. ¿O no era eso lo que queríais?)


Vosotras, Las Otras, residís ahí mismo, donde la puerta que tengo delante, y pensáis que vivís frente por frente mío, que nuestros hijos comparten colegio. Pero nosotros vivimos en otro mundo, en un mundo en el que importa mucho que no haya ruidos en el rellano ni se apague la luz de la escalera, que no salte el limitador, que no nos cubran de chucherías. Y no, no creáis que lo comprendéis muy bien, que lo mismo os pasa a vosotras, que a vosotras también os molesta que se disturbe la plácida siesta de los infantes, que es crucial evitarles toda incomodidad, (líbrelos Dios de sufrir 5 minutos de cualesquiera fastidio), que vaya lata los cumpleaños del cole. Sobre todo eso: no penséis que lo mismo os pasa a vosotras, allá, en esa vuestra dimensión paralela, al otro lado de la galaxia.
Para vosotras una fiesta de Halloween es chachi. A ver de qué se disfrazan los niños este año. Alguna apañada hasta está buscando mercromina de la antigua para ponerle unos churretones de sangre a sus vástagos, que para eso va de zombi con la cabeza atravesada por un hacha. A mí me sale muy cara. Muy cara. No la fiesta mía, sino la vuestra. Es un precio que no lo quiero pagar. Al descerebrado que el año pasado se disfrazó de carnicero asesino y recorrió las aulas del colegio amenazando alumnos con un cuchillo ensangrentado, con el beneplácito de la dirección, lo colgaba yo de los cataplines mismamente de ahí con mucho gusto, con beneplácito o sin él. Noches y noches de terror genuino nos ha costado. Porque mis hijas no tienen pesadillas con los monstruos que salen en los dibujos animados, ni se preocupan (seriamente) porque sus lápices no son de Hello Kitty. Mis hijas tienen sueños en los que luchan por su vida, y todavía abren el frigorífico porque les tranquiliza ver que hay suficiente de comer.

Yo me la paso leyendo sobre prevención de la violencia de género, prevención de la anorexia, de la bulimia, y de todo lo contrario. Prevención de sufrir bullying. Y de infrigirlo. Y de consentirlo. Sobre todo de consentirlo. Me importa enterarme de lo que es el cutting, el sexting, la tricofagia. De cosas que Las Otras no comprenden cuando salen en los telediarios. Y porqué, y cómo, y cuándo. Mis perspectivas son realistas, creedme. Y leo, y leo, y leo. Y observo. A veces digo algo. Y para eso hace falta tiempo. Más que tiempo, energía.


Queridas Otras: os lo digo por última vez. Que no. Que no es igual. Vosotras creéis que andáis por la calle a orilla mía, pero no. Vosotras camináis. Por la calle. Yo navego por las procelosas aguas de combinar la supervivencia con la preservación de mi salud mental (llámalo salud mental, llámalo asívamostirandounpocomenosmal). Que te realices, o te empoderes, o te pongas a dieta estricta de rábanos crudos. Que te inyectes bótox en el cerebro, si quieres. Que hagas lo que tengas que hacer para sentir que eres diferente, o para seguir pareciendo que eres culta, o para autoconvencerte de que tu vida no te la han cambiado, o de lo contrario, o de lo que te pete. Pero por lo que más quieras, no me lo cuentes. No me lo expliques. Me importa un bledo. O dos, si son pequeños.

Y no sólo lo tuyo, sino tus cosas. A mí me importa un pito si hacen la comunión de blanco o de verde. Si en la foto de clase salen delante. Si llevan los calcetines a juego con la mochila. Hasta no estoy segura de que me importe si son las que mejor saben sumar, o que de verdad sea tan necesario que hagan equis cantidad de deporte.
Que me da igual que lleven la ropa del revés, lo que no voy a consentir es que se rían de la desgracia ajena. Que sean empáticas. Que sean auténticas. Que sean felices (¿lo he dicho ya?). Eso es lo que a mí me importa. Que no confundan la bondad con un estilo, ni la religión con un sistema de recetas. Que no se crean que la felicidad es estar cómodos (sabias palabras de su tío Beorn que describen perfectamente un gran mal de nuestra sociedad). Que sepan distinguir lo importante de las gilichorradas, aunque a veces, tantas veces, las gilichorradas se te hagan un mundo.
Yo preferiría que no chuparan las tapas de los yogures, pero para evitarlo no voy a decirles que provoca cáncer de lengua (si, es un ejemplo real de lo que dice una madre real. Tan graciosa ella. Tan guaises ella). Queridas Otras: si decís memeces así en mi presencia, os desautorizaré en público y sin dudar. No os lo toméis a mal, pero yo reservo las balas de cañón para lo estrictamente necesario. Para evitar ataques extraterrestres y suicidios en masa, por ejemplo. Para mantener cierta higiene e inculcar normas de urbanidad me basta con la verdad. Hay que insistir, claro, estilo madre. Pero me parece peligrosa la utilización aleatoria del miedo para … (¡caramba, qué coincidencia!) para que te resulte más cómodo a ti.


A veces me parece que Las Otras, al contrario que en la película, estuvieran muertas. Hablan y hablan, pero están allá lejos, muy lejos, entre nebulosas. Veo puertas que se abren y cortinas que se descorren, pero nadie entra, sale, o se asoma. No les calienta la luz del sol, ni la estadística, ni las noticias. Cuando me hablan siento frío, kilómetros, vacío. Siento el tiempo que está transcurriendo y oigo las piedras desgastarse (no os preocupéis por mí: por suerte, no soy lo que se dice una persona sensible). Y tarde o temprano dejan de estar ahí.
Es como si, viviendo en Wayward Pines, yo supiera que vivimos en el 4032, que hemos pasado más de 2000 años en hibernación dentro de un tarro, que la raza humana ha involucionado y que afuera nuestra civilización ya no existe, mientras Las Otras siguen a su rollo, pensando que es importante elegir un vestido para la fiesta de fin de curso y partiéndose la cara con el contratista, por haber pintado las paredes de casa blanco roto en vez de blanco huevo.
A veces siento sus miradas vacías. Otras, con distintas versiones de arrobo, lo que suele ser incluso peor. Y no sólo: ya que todo es susceptible de empeoramiento, algunas creen saber, o entender. Creen que pueden imaginarse en mi lugar. Hay quien piensa estar en grado de ofrecerme consejo. Tiene un punto prepotente. Es casi ofensivo. O lo sería si no estuviéramos en el 4032 viviendo una distopía. Que departan. Yo trabajo en la supervivencia de la raza humana. No me puedo entretener con un quítame allá esas pajas.


Lo peor es cuando me llega de gente bastante buena, con las mejores intenciones. Que tienen pocas tonterías encima. Que no me cabe duda de que quieren ayudar.
Pero ya os lo he dicho, hermosas, no basta con querer. No.
Ni siquiera Querer es suficiente. Además hay que saber.
Y a veces no sabes. Y a veces es imposible saber.
Vuestra mirada incrédula y esa autosuficiencia pseudocompasiva que a duras penas conseguís retener dentro no sólo no me ayuda. Me revela que no sabéis, que estáis a años-luz de enteraros de lo que va la vaina. Que estáis en el limbo, queridas. Que lo mío es otro rollo.
Si a mí me cuesta saber, imaginad a vosotras.
Vosotras no sabéis, ni tampoco sabéis saber. Lo que no importa, en serio. No es vuestra guerra, ni tiene que serlo, ni puede serlo. De verdad.

No me pasa con todas las madres, claro, pero sí con la mayoría. Con la inmensa mayoría. Podría ponerme trágica, en plan: “es triste decirlo, pero es así”. Pero no. No es triste. Sólo es así.
Con Las No-Otras no me pasa. Que no es que lo entiendan, que yo no pido eso, y si me apuras, ni siquiera lo deseo (se está bien en esta dimensión, en serio. Nos gusta, somos felices aquí, gracias). Es que ellas sí son conscientes de que vivo en otro mundo. Y me hablan desde el más allá sabiendo que me hablan desde el más allá, lo que es de agradecer. Aunque digan lo mismo.
Con eso me basta, de verdad. Gracias.


P.S. Para la redacción de esta entrada no fue dañada ninguna Otra. Ni ninguna no-Otra.

P.S.S. Veeeeenga, vamos a poner una foto. Que no se diga.



Amaranthus hybridus L., más conocido como bledo.
Aquí dos, porque no los veo muy grandes.


Perdona: he debido darte la impresión de que me importa. No es así.



Hijas mías: estoy completamente segura de que muchas cosas las vamos a hacer mal. Pero tened en cuenta una cosa. No, no es que lo hicimos lo mejor que pudimos  (que por supuesto, para hacerlo regular o medioquetal, no se mete uno a criar hijas, te vas de pesca o te dedicas a cultivar bonsáis, y luego te fumas un puro). Me refiero a que no me lo podéis echar en cara. A veces el mundo es una mierda, vale. Que os parece que es una mierda casi siempre, pues bueno, aceptamos barco. Pero yo no os puse en él. Lo único que hicimos fue mejorároslo. Lo que podíamos. Digo yo que algo habremos hecho bien.


(Rabiad, demás madres del mundo. A mí no me pueden echar algo en cara. Alguna ventaja tenía que tener, leñe).

(Ah, y otra cosa. Yo no cambié pañales. Ni uno. Rabiad a tope.) 



2 comentarios:

  1. No esperaba leerte en este registro...Aunque es lo que tenéis las No-Otras, que siempre sorprendéis. Un besote!!!

    ResponderEliminar