domingo, 19 de mayo de 2013

EL EFECTO MARIPOSA


EL EFECTO MARIPOSA 

- “¿Qué tal el curso?” me preguntó La Masajista. Eran las nueve de la noche de un martes de mayo.
- “De allí vengo. No sabes que día llevo.” Le contesté mientras ella me hincaba el codo en el trocánter derecho con una saña entre inmisericorde y salvaje. Nuestra capacidad para rajar en medio de estertores musculares y crujidos vertebrales aún no ha sido medida por la ciencia.
– “Ya sabes que me levanto a eso de las 6 y media. No, espera, no. La cosa empezó ayer. Ayer a última hora me tocaba dietista, ya sabes.”
– “¡Ah!, es verdad, ¿qué tal?” se interesó, como buena copartícipe de penalidades alimentarias, además de amiga.
– “¿Pues no va y me dice que he engordado kilo y medio? ¡En una semana! Te aseguro que hice la dieta fenomenal, solo que se me agarró el catarro a la garganta, ya sabes cómo me pongo, que me puede durar la tos un par de meses tan ricamente si no la corto a tiempo, así que no me quedaron más narices que tomarme el jarabe de própoli.”

(nota: nunca encontré nada mejor para la tos que un jarábe de própoli y pino de herboristería. Lo encontré por obra y gracia de la misma Masajista que, cual mujer del renacimiento, también es naturópata, y después de agotar todos los de la farmacia y que mi médico se tirase de los pelos. Ahora se lo recomiendo a todo el mundo.)

- “Lo que es para la tos, el jarabe es buenísimo, ya lo sabes, pero es como beber azúcar. Así que, por supuesto, llegué a casa con todas las furias, y me salté la dieta para cenar, aunque no mucho.”
- “Mira para allí.”
“Al tumbarme en la cama me puse a toser y moquear que daba gusto oírme. Vamos, que no dormí en toda la noche más de tres horas, y a saltos. Así me sonó el despertador hacia las seis y media. Tentada estuve de no ir a trabajar, pero ya sabes cómo están las cosas, que si te pones enferma te quitan la mitad del sueldo, así que ya no podemos permitirnos ni un ataque bacilar. Orden tengo dada a los leucocitos de luchar hasta el último glóbulo.”
– “Mmmmmssssi”, respondió ella embutiendo el pulgar entre la escápula y el espinazo. - “Quieta ahora”.
- “Al poco de llegar a la oficina nos dan la mala noticia: que murió el marido de mi compañera. Ya sabes, el que llevaba unos días en el hospital, y parecía que iba mejorando, que hasta le quitaron la extracorpórea y parece que respondía, pero le entró una infección pulmonar y ya no pudo ser más. En realidad todo ha sido bastante de repente, que hace quince días estaban el fin de semana haciendo planes para las vacaciones y el martes le dio un infarto. Ella está destrozada. Nos fuimos enseguida al tanatorio, menos mal que está cerca de la oficina. Fuimos las primeras que llegaron, y ella estaba deshecha, deshecha del todo, y a la vez como alelada. Iban llegando familiares. Nos hartamos de llorar hasta media mañana.”
- “¿Pero era amiga tuya?”
- “Amiga-amiga, no. Todos los días la veo en la oficina y siempre comentamos algo, pero es de estas personas que sólo ves en el trabajo. No es amiga, pero nos llevamos bien, así que lo he sentido mucho.”
- “Entiendo.”
- “Así que llevo todo el día con la cabeza como un bombo, como con congestión, menos mal que no entró nada urgente esta mañana. Tuve que comer en la oficina, de aquella manera, y luego, directamente al gimnasio.”
(nota: odio el gimnasio, pero no tengo más bemoles que ir. Para mí es como tener otro trabajo. El trabajo-trabajo no es que me guste, pero lo que es el gimnasio lo odio. Me remito a entradas posteriores)

- “Y de ahí directamente a Krav Maga.” (pronúnciese Kravmagá)
- “Eso, qué tal el curso”
- “Pues el curso está muy bien. Si no me gustase no lo hubiera pedido, pero siempre me pasa igual con estas cosas, que son a mayores del trabajo, y tengo que meter el gimnasio también, que ya sabes que no lo puedo dejar, así que cada vez que pido un curso me echo a temblar, porque no sé lo que es mejor, que me lo den o que no. Todos los cursos que hice los recuerdo de un agotamiento extremo, aunque fueran de archivística. Y este más, tres horas dándonos pal´pelo y rodando por el suelo, con la cabeza tomada, de todo lo que lloré por la mañana. Todavía me dura.”
- “Estarás agotada.”
- “Te puedes imaginar, pero no hay mal que por bien no venga, a ver si esta noche duermo, toses o no toses.”
- “Menudo morado llevas ahí.”
- “Y para encima, normalmente cuando tengo curso suelo adelgazar, pero esta vez nada.”
- “Como el sábado no te haya bajado esto, te tengo que poner agujas.” (también tiene acupuntura y medicina tradicional china, que ya os digo que La Masajista es mayormente un Leonardo da Vinci transmutado en hembra ibérica). A esto siguió un silencio, sólo interrumpido por el crujido de la C1.
- “Pues en realidad, no creas que estoy tan cansada. Es curioso, lo venía pensando por el camino.”
- El qué.
- “Que es curioso cómo pueden afectarnos las cosas, y qué distintos pueden ser unos días de otros. Mira, yo tengo hoy todas las papeletas para estar hecha polvo y bastante hundida en la miseria, pero no. Tampoco te voy a decir que estoy contenta, claro, pero cuántos malos días tuve que no fueron tan malos como este y acabé arrastrándome por el suelo y mucho más triste. Otros días que objetivamente no te pasa nada, ni bueno ni malo, resulta que tienes un día fatal. No sé como explicarlo, si yo todo lo de hoy, vivirlo sí lo he vivido, no es como cuando te parece que le está pasando a otro, pero es como si apenas pesara sobre el corazón, no me ahoga.”
- “Ya, desde luego hay veces que nos tomamos mejor lo que nos pasa”.
- “Y no sé de qué depende, supongo que son muchas cosas, ahora mismo, creo que sea porque no ando mal de ánimo. Tampoco es que esté superanimada, ya me conoces, pero no ando mal de ánimo, y eso hace que no me ahogue.”
- “Es cierto que pasa eso, a veces va por temporadas, pero yo también noto que depende de la edad que tengas. Que cuando era más joven (paréntesis: nosotras somos jóvenes, mal que le pese al calendario, a la biología y a Perico el de los palotes. Así que sí, la expresión correcta es cuando era más joven. Ya sabéis que los treinta son los nuevos veinte, los cuarenta los nuevos treinta, y así sucesivamente hasta el infinito y más allá. Y no descartéis que dentro de unos años la cosa se haya desplazado otra década más.) Pues decía que cuando era más joven, amiga, que no haces más que interrumpirme, ya sabes lo del tipo aquél, que no lo llevé nada bien, y ahora eso no me pasa, vamos.”
- “Algo de eso también hay”.

Llegué a casa a eso de las 10 de la noche.
- “¿Qué tal te ha ido?”– Me preguntó El Epigrafista no sin precaución, recordando mi regreso de la dietista del día anterior.
- “He decidido abrir un blog.”- Respondí. “Tengo mi tema.”

Este fue el día en que se me ocurrió la idea del blog. De cómo los acontecimientos narrados desembocaron en este engrendro digital, es un misterio para mí.



Futuros hijos míos, aquí se cuentan muchas cosas, pero espero que seáis lo bastante espabilados para tomar esta nota mental: vuestra madre hizo una vez un curso de Krav Maga. Avisados estáis.




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