Hemos vuelto de Yojanistad, y directamente al trabajo. Sin pasar por la casilla de salida ni cobrar: el Monopoly es lo que tiene (de esto me quejo poco, que no está el horno para bollos, no soy tan insensata).
(Ha sido llegar, y encontrar unos fallos bien gordos en lo que "me" habían hecho mientras que estaba fuera. Y eso que esta vez se esmeró, para no liarla parda, como la última vez que me fui. Mira que hicimos todo tipo de bromas: que habían llamado para que volviéramos, que sin nosotros no podían seguir... Si lo sé, callo la boca).
La dietista me va a matar (espero que no mucho).
(Nota mental para el futuro: el cuerpo resiste lo que resiste, más o menos una semana. Como mucho diez días. Luego empieza a protestar.)
Las fotos aún están en la cámara de fotos. Ni siquiera tengo decidido si hay algún evento especialmente digno de ser expuesto en plaza pública (no muy pública, digámoslo todo).
Lo único que os puedo decir es que, en principio, el blog no cerrará este verano. De la regularidad de publicaciones no me atrevo a aventurar nada, que la galbana canicular es de lo peor.
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