jueves, 13 de junio de 2013

ANTONINO PRIMERO, EL RUMBOSO.

FLASHBACK DE LOS TIEMPOS LEGENDARIOS, I

Voy a inaugurar una nueva sección. Llamémosla “flashbacks de los tiempos legendarios” (no se me ha ocurrido nada mejor).

         Como en los tiempos legendarios, la Madreconcarné distaba mucho de ser madre y de tener carné, habremos de referirnos a ella como Palas Atenea, como la Condottiera o como Eowyn, según los hechos tengan lugar en uno u otro estado de reencarnación mutante. 

         Esta es una historia de la Condottiera, que, como es la vida pasada que me cae más cerca, y además en ella hace su aparición el Epigrafista, es de la que más flashbacks me llegan.

         He meditado sobre la conveniencia de dejar por escrito este flashback en particular, principalmente por lo que concierne a vosotros, futuros hijos míos, pero me temo que de nada va a servir fingir que el Epigrafista y yo nos conocíamos desde la noche de los tiempos. Tarde o temprano sospecharíais algo.



         Estaba la Condottiera tomándose un café tan ricamente en la cafetería que está al lado del Ludus Magnus, cuando es interpelada por un individuo bajito y gafudo sentado tres mesas más allá. No era otro que… , esteee… , como no creo que vuelva a salir en el blog vamos a llamarlo Antonino.

         (Flashback dentro del flashback: Antonino. Me lo habían presentado en una cena en casa del Dottore casi dos años antes, y, tras una primera relación cordial, cuando comprendí que le molaba, comencé a huir de él incluso físicamente) (ahora que lo pienso, esto de huir de mis pretendientes a carrera viva, no era la primera vez. Incluso recuerdo una, en estado Palas Atenea, que me subí al techo de un todoterreno. Pero esa es otra historia y me temo que no será contada nunca).
Para mayor claridad de los hechos, es necesaria la siguiente información: Antonino era profesor de universidad, tenía casa propia, coche, y ganaba aproximadamente siete veces mi sueldo. O más. Yo era una pobre trabajadora sobreexplotada que hasta pasaba hambre.

         Pues como digo, me llama Antonino. Después de los saludos de rigor, que fueron tan cordiales como antes de las maniobras de evasión referidas (desde la comodidad que me daba el hallarme pertrechada tras epigráfico parapeto, y, porqué no decirlo, que el tiempo transcurrido resta acritud y añade gracia a casi todo), comenzó una conversación trivial, durante la cual el Epigrafista ausente, preguntándome dónde me encontraba, fue respondido por medio de un discreto SMS. Rápidamente la conversación trivial tomó derroteros más serios (dita sea, si es que me pasa constantemente, porqué la gente no será capaz de hablar del tiempo conmigo), en la cual Antonino confesó. Cayó con todo el equipo. Arrojó las armas a mis pies cual Vercingetorix ante César (caramba, nunca creí tener tanto en común con César, es el tercer post ya). Fue algo así como: “Tú no te darías cuenta, pero en aquella época me molabas mazo” (pero con antoninianas palabras. Creo que se utilizaron vocablos referentes a estados alterados de la mente).


Así lo vio él

Así lo vi yo

(¿Yo? ¡Cómo iba a darme cuenta, pobre de mí!, ¡Si solamente me llamaste cienes de veces! ¡Si ya la segunda vez que nos vimos me trajiste un escudo de mi ciudad natal, multiplicando mi alarma inicial por un millón elevado al cubo!, ¡Si organizaste una cena en tu casa, para admiración y jolgorio de nuestros comunes conocidos! (gran éxito: todos fuimos retirándonos uno por uno y al final tuvo que anularla). ¡Si el choteo era generalizado! ¿Que no me dí cuenta? ¿Que no me dí cuenta? ¡En qué universo podría no darme cuenta!)

- Estooo, ¡Vaya, pues no tenía ni idea!
(Para qué herir el ego masculino sin necesidad.)

- Si, no sé lo que pasó. Casi no coincidíamos.
(Yo tampoco lo sé. No tuvo nada que ver con la falta de afinidad más absoluta. Ayudó muchísimo que tuviera que pagar yo todas las entradas a Sant´Agnese, quedándome sin cenar una semana. Cómo no caí rendida cuando te negaste re-pe-ti-da-men-te a obsequiarme aquel pedazo gigante de chocolate ante el que estaba babeando. Da gracias a que nos vimos poco, porque con otros dos o tres episodios la cosa hubiera superado los límites de la indiferencia.)

-         Aún hoy es el día que…
-          ¡Hola Epigrafista!, ¿Cómo tú por aquí? Mira Antonino, te voy a presentar…

¡Uf! ¡Salvada por la campana!



Futuros hijos míos:
1.- Se trabaja mejor en equipo. Muchísimo mejor, dónde vamos a parar. Sobre todo si no hay todoterrenos a la vista para poder trepar.
2.- Si el hambre sola es muy mala, el hambre promovida induce al odio.  Vuestra madre lo sabe bien.
(¿Será por eso que la despensa rebosa y el congelador está a reventar? Podría ser. Hay que extinguir los posibles focos de inquina doméstica antes de que se desarrollen. Lo llaman instinto maternal, creo.)

 


P.S. ¿Adivináis? No me invitó al café.

P.P.S. Título alternativo: Antonino, ponme un vino.

7 comentarios:

  1. Aquí Tom, cual Bart Simpson en los créditos iniciales de la serie, escribiendo en la pizarra
    no voy a hacer rimas con Antonino
    no voy a hacer rimas con Antonino
    no voy a hacer rimas con Antonino
    no voy a hacer rimas con Antonino
    no voy a hacer rimas con Antonino

    Emmm... y eso del hambre inducido y la despensa rebosante ¿acaso estará también ligado a tu carácter experimental cocinero?

    Y otra pregunta ¿de qué calibre es el látigo con el que mantienes al Ente lejos de los comentarios del Blog? Porque le estoy viendo ahora mismo haciendo la croqueta con Antonino.

    Tom fuera

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  2. 1.- Lo de la experimentación gastronómica se remonta a Palas Atenea, así que no.
    2.- Nunca menosprecies el calibre de mis látigos digoooo, de mis dotes de convicción.

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  3. La verdad es que no sabía que el Epigrafista tenía también el don de llegar en el momento más propicio para que al tío le cayera el cielo sobre la cabeza y eso después de tirar las armas a los pies de la futura Madre.
    Y si hablamos de rimas, ¿cómo se diría "Antonino que sonroja /me pone un vino de la Rioja" en el famoso idioma fromlostiano? De todos modos, Antonino no parece haber venido de allí.

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  4. Ksss Kssss
    ¡Atrás, Ente, atrás!
    Ksss Kssss
    ¡Atrás, Ente bonito, atrás!
    Ksss Kssss

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  5. El Ente al contraataque
    Antonino que sonroja / me pone un vino de la Rioja / le toqué la cuerda floja / pero no soy la Pantoja / Antonino no se moja / pero pone cara roja / roja, roja, ay que roja / es la cara que no se moja / de Antoninoquesonroja.

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  6. Releo la rima y veo al Ente dando palmas y cantándolo por soleares, sobre todo el verso "roja, roja, ay que roja".
    Mode croqueta ON.

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  7. Voy a matar a Tom, voy a matar a Tom, voy a matar a Tom, voy a matar Tom, voy a matar a Tom...

    ¿Porqué tuviste que decir nada?
    ¡¡¡¡¡EL EPIGRAFISTA NO SABÍA QUE SE PODÍA COMENTAR!!!!

    Matarmatarmatarmatarmatarmatarmatarmatarmatarmatarmatarmatar

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