Tengo que confesar que la inspiración para esta entrada me la dio la Madre Tigre, con la que comparto retraso vital (lo reconozco, en mi caso es más bien procrastinación) (mal pensados, consulten el enlace adjunto), pero no es menos cierto que es una de las frases que utilicé en el pasado con fruición.
Una es de natural contradictorio (por no decir esquizofrénico), y este principio de contradicción tiene muchas manifestaciones, siendo una de ellas, no la más importante, la de llevar la contraria con cierta lógica aparentemente incontestable, lo cual, históricamente, lejos de perjudicar a mi imagen, la dotó de cierto predicamento completamente injustificado en algunos círculos. -Lo mejor es enemigo de lo bueno”
-Ya, pero es mejor”.
Y de ahí no me sacabas. Es más, no se puede negar que lo mejor, es mejor que lo bueno, que lo malo y que lo regular. ¡Es lo mejor! El razonamiento no tiene pliegue alguno y nadie me lo pudo rebatir jamás. Incluso hubo sonadas derrotas. Tuve que darme cuenta yo sola de que en este dicho se omite una parte, y es la parte importante. Algo tiene que ver la procrastinación, me temo, aunque si quisiera dármelas diría que es por perfeccionismo. Maldita sea la economía del lenguaje y cómo mola aprender ontología. Porque de eso se trata. De ontología. “No se debe abandonar lo que ya existe y es bueno por lo que podría existir y sería mejor”. Vale, entiendo lo de la economía del lenguaje, pero no se puede negar que cuesta un poco llegar del punto A al punto B, sobre todo si te faltan experiencias en la vida. Eso sí, una vez que has llegado, te vuelves imparable: si sólo hiciera los superviajes que me gustaría hacer, no saldría de mi casa más que a por pan; prefiero habichuelas al vapor sobre la mesa que modulación de verdes con sinfonía de chirlas coreanas en restaurante inaccesible; más vale pájaro en mano que ciento volando; mejor cutre blog con retraso que superproyecto inexistente. Mejor, es mejor, precisamente. Así que sí, para diferenciar la lógica aplastante de la lógica retorcida hay que acudir al origen.
- “Más vale tarde que nunca.”
- “Ya, pero demasiado tarde es peor que nunca.”
Esta nueva perla de la sabiduría made yomismamismamente es sin embargo una máxima de la que no me arrepiento del todo, porque aquí no juega la ontología, sino que entramos en los inextricables jardines de las vivencias, los afectos y sus mutaciones, y, ah, eso es harina de otro costal.
Una vez superada la inmadurez inicial de considerar la terquedad casi una virtud y el defendellanoenmendalla como simpática propiedad typical, lo cual por fortuna sucedió a edad no muy tardía (me maravilla ver tanta gente hecha y derecha que aún no ha superado esta fase. Y con puestos de responsabilidad. Lo flipo), y aplicando el mismo principio de contradicción, ese sí que no me abandona, con los años va volviéndose más y más complejo (hasta volverse contra mí, me temo), hete aquí que algunos paradigmas podrían permanecer. Esto es, está por ver si con “madre con carné: el blog” hacemos bueno el “ya, pero demasiado tarde es peor que nunca” o inauguramos una nueva máxima, “demasiado tarde también es mejor que nunca.”
Y ya que estamos, más vale llegar a tiempo que rondar cien años.
Futuros hijos míos: lo sé, vuestra madre usa palabros, ya os acostumbraréis.
Sí, pero te falta algo en tu reflexión: no siempre lo mejor es bueno... y precisamente de ahí la frase. Yo personalmente me di cuenta de esto cuando en una excursión en la que hacía un frío horroroso y llovía mil, el líder de la movida se empeñaba en mantener el plan a toda costa en lugar de refugiarnos a beber (cerveza, claro) en el bar del pueblo sólo porque seguir el plan era "lo mejor". Hasta ese día yo había odiado la maldita expresión de marras, pero en aquel momento, cual sanpablo, me caí del caballo (en un charco helado) y me convertí en un devoto de "lo mejor es enemigo de lo bueno porque hay veces que lo mejor te va a matar y si hay algo bueno en el mundo es la cerveza".
ResponderEliminarAlgo me dice que el Ente estaría completamente de acuerdo contigo.
Eliminar