Montando el pollo
Las
princesas Caradeardilla y Caradefresa están tristes. ¿Qué tendrán las
princesas? Los suspiros se escapan de sus fauces abiertas…
Que
han perdido la risa, que han perdido el color… (bueno, nunca fueron muy
risueñas que se diga, no sé porque iban a tener que serlo ahora precisamente,
dí que sí hija, a ver si vamos a tener que estar todo el día como yendo de
feria, hombreya, y el que tenga que poner una lavadora semanal de, atención,
ROSA, documenta sobradamente la abundancia del color en esta nuestra morada. He
dicho.)
Pero
se acuerdan de LaBrujaBuena, la echan de menos. Caradefresa, fiel a su estilo,
la echa de menos lo más escandalosamente posible. Caradeardilla tiende a ser
menos ruidosa y más práctica. Y al mismo tiempo encierra dentro todo un mundo
de esas ideas que nunca presumirías en una mente infantil guarnecida por tan
afable sonrisa (terror me infunden las adolescencias de estas criaturas, en
serio os lo digo).
La
cuestión es que, en una de esas sesudas conversaciones derivadas de una sesión
de deberes particularmente intensa, estábamos hablando de las islas, islas, de
las que están rodeadas de agua por todas partes, y, por aquello de que lo
asociaran con algo conocido (por mucho que la Aldea Gala constituya una
metafórica isla, que será de soloDiosabequé, pero es innegable, e igual en su
día resistiera al invasor, y puede que hasta hoy, no te digo yo que no, pero no
me servía como referencia útil a unas mentes altamente impermeables a la
alegoría en general y a las metáforas inconcretas en particular), pues se me
ocurrió mencionarles que LaBrujaBuena, al despedirse en verano, nos había
comunicado su traslado a la isla tal, isla, eso sí, de las isla-isla de toda la
vida, con abundancia de líquido elemento en derredor y poco lugar a la
confusión, lo cual, ay de mí, contrariamente a mis pedagógicas intenciones,
lejos de fijar los contenidos de “sociales”, no hizo sino refrescar en su
memoria el recuerdo de la susodicha, ofreciéndome, eso sí, una inesperada y
eficaz coartada a su ausencia en nuestras vidas.
(Voy
a intentarlo otra vez, a ver si me sale más largo, con más incisos y muchos más
adjetivos.)
Caradefresa
lloraba. Yo sólo atiné a decirle que qué podía hacer yo, que no podía ir allí y
traerla atada. Entonces Caradeardilla pergeña un plan de los suyos.
-
“Tengo
una idea mamá”
-
“Oigámosla.”
-
“¿Tu
sabes qué le gusta a LaBrujaBuena?”
-
“Pues
no tengo ni idea, hija. Recuerdo haberle oído decir que la comida que más le
gustaba era el pollo asado. “
-
“Pues
mamá, atamos un pollo a una cuerda. Y pintamos la cuerda de negro, para que no
se vea contra el suelo. Ella verá el pollo y querrá ir a cogerlo. Entonces
nosotras tiramos de la cuerda un poquito, y ella avanza hacia nosotras, tiramos
otro poquito, y venga, así, así… Hasta que llegue aquí.”
![]() |
Cómo atar un pollo para que quede perfecto. Una muestra más de que nunca sabe uno todo lo que tendrá que aprender en la vida. |
Ya
lo sabes, BrujaBuena, si ves un pollo mismamente atado a una cuerda, síguelo.
Al final de la cuerda estamos nosotras.
Caradeardilla, hija mía,
recuérdame que te enseñe unos dibujos animados de un coyote y un correcaminos.
Ya verás cómo te gustan.
Hijas mías:
en lo tocante a deberes, yo, como madre vuestra que soy, os debo una
explicación. Y esa explicación que os debo, os la voy a dar: lo de aprender las
tablas del 6, del 7 y del 8 en un solo fin de semana y a los siete años, no es
cosa mía. A mí también me pareció un disparate, y me consta que vuestras profes
opinan lo mismo, pero lo de los planes docentes que les vienen impuestos no
tiene nombre. Habéis tenido la mala suerte de sufrir en vuestras carnes los
complejos de otros. Por si os consuela, hay suertes peores.
Verbigracia.
No se lo digáis a nadie, pero es el día de hoy que yo no me las sé. Y la culpa
es de mi colegio, sí, de aquel colegio cuya dirección estimaba que las niñas de
ese barrio con que supieran leer y escribir, una cosa de diario, de andar por
casa, y hacer sumas y restas como para hacer la compra, iban sobradas. En
serio, yo misma lo oí tal cual con estas orejas que se me comerán los gusanos. Si
es que unas veces tanto, y otras tan poco.
Que
al final seréis fontaneras, o pastoras, o, no lo quiera Dios, ingenieras. Pero no
ingenieras-can*, sino fontaneras, pastoras o ingenieras leídas (y capacitadas
para comunicarse con el mundo exterior). No es tan preocupante. En serio.
*de
todos es sabido que un ingeniero y un perro se parecen. Ninguno de los dos sabe
expresarse, pero ambos tienen una mirada inteligente.
Qué gracia me ha hecho eso de atraer a alguien con un pollo. Jajajaja. Para mí necesitarían un plato de pasta (el pollo me hace bola).
ResponderEliminarY lo confieso, tampoco me sé bien las tablas de multiplicar. Besotes!!!
Pues yo no me levanto por menos de un kilo percebes.
ResponderEliminarAy, lo que me he podido de reír, contigo y con las niñas tuyas. Y sí, inténtalo más largo y más adjetivado la próxima vez que seguro que te sale. El detalle del cordón negro para que se camufle contra el suelo denota gran inteligencia, emocional y de la otra. Por cierto, no sé quién es la bruja buena.
ResponderEliminarPara la dramatis personae consúltese http://madreconcarne.blogspot.com.es/2013/06/nunca-perteneceria-un-club-que-me.html
ResponderEliminarAunque mucho me temo que llevo tiempo sin actualizar esa entrada.